Cuando sales de un hospital ciega y con 26 años tienes dos opciones: o hundirte o salir adelante, y yo elegí salir adelante”. Lo explica María Dolores Nogales una joven fisioterapeuta a la que un tumor dejó ciega hace 7 años, pero decidió salir adelante y sacar adelante su vida.
La historia de María Dolores no pasaría de ser la de cualquier persona que se queda ciega siendo joven si no fuera porque tiene varios matices, entre los que destaca el hecho de que, ya sin vista, se matriculó en la carrera de Fisioterapia, y la terminó, y actualmente ya solo está pendiente de conocer si ha superado la prueba de inglés para poder trabajar en un organismo oficial que precise sus servicios.
Pero para llegar a eso, esta joven vecina de Gerena ha tenido que superar las trabas lógicas de carecer de la vista, provocada por un tumor nasal que le afectó inicialmente al olfato. Del tumor fue operada con éxito, pero la repercusión en la pérdida de los sentidos del olfato y la vista fue, de momento, irreversible.
Como explica, “salir adelante cuesta, porque se me fue la vista de un día para otro, y crees que va a volver, tenía esperanzas, pero cuando ves que la situación es la que es hay que poner los medios para vivir con esa limitación, y cuanto antes lo asimiles y saques adelante tu vida, ya estás perdiendo tiempo si no lo haces”, señala.
Actualmente, indica, “yo lo tengo superado, aunque mis padres no, porque tienen esa esperanza lógica de que volveré a ver, pero yo soy feliz como soy”, indica, para explicar de forma llana que “no sé lo que pasará con mi vista, ya que mi nervio óptico no está roto, sino atrofiado, pero no me preocupa y tiro para adelante”.
Acompañamiento de primer nivel
La tumoración la dejó sin visión en el ojo izquierdo, y con un pequeño resto en el cuadrante derecho superior del derecho, “que me permite distinguir luces, contraste de colores, negro sobre blanco, colores como azul, amarillo, rojo o blanco, o si alguien se acerca por el lado de derecho, pero no defino las caras”.
Todos esos problemas no le han impedido sacar adelante su carrera de fisioterapeuta, tras dejar sin terminar los de Farmacia, “porque no me llenaba lo que hacía, pero al emplear tiempo y dinero pensé en terminar, además de que tenía problemas de plazas para acceder a Fisioterapia, pero al quedarme ciega me afilié a ONCE, y por la discapacidad tenía plazas reservadas”.
Eso sí, la carrera no fue fácil, porque el subconsciente de los profesores hacía que explicasen con frases como “se pone la mano aquí” y no “se pone la mano en la rodilla”, lo que le provocaba algunos problemas para seguir las clases, que finalmente fue superando, hasta poder atender a sus pacientes cada día con la misma soltura de una persona sin ningún problema de visión.
Tal es la normalidad en su vida que ya prepara su boda, prevista para el próximo diciembre, con su perra guía ‘Pumba’ lista para llevar los anillos.
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