Este martes 8 de abril el Teatro Lope de Vega de Sevilla acoge el estreno absoluto de 'La soledad (de La Roldana)', adaptación dramática sobre la novela 'Por los sombríos corredores del Alcázar', de Arsenio Moreno, adaptada y dirigida por Ramón Bocanegra y puesta en escena por la Compañía La Tarasca. Este montaje podrá verse también los días 9, 10 y 11 de abril a las 20,30 horas.
En nota de prensa, se indica que la obra contará con Cristina Almazán, María Varod, Celia Vioque, Juanjo Macías, Inma Font, Pablo Gómez. Asimismo, el vestuario corre a cargo de Andrés González, el diseño de iluminación es de César Pablo Gonzálbes, la escenografía de aLTeReGo y la producción de Carmen Montes.
La Compañía La Tarasca impulsa este nuevo proyecto a partir de sus numerosas experiencias en teatro clásico e histórico y sitúa sobre el escenario el relato de una mujer admirable con la intención de difundir su figura, a la vez de compartir la universalidad de un personaje que superó las expectativas de su género bajo la luz mortecina de la decadente corte de Carlos II el Hechizado, el último de los Austrias hispanos.
Nacida en el seno de una de las familias más prestigiosas del gremio de la imaginería andaluza, Luisa aprendió el oficio, un oficio de hombres, junto a su padre, el célebre escultor Pedro Roldán. Casada sin el consentimiento paterno en circunstancias novelescas, Roldana fue madre de una extensa camada de hijos, que muy pocos supervivieron. Sus primeros años de matrimonio estuvieron marcados por los primeros trabajos, muchos de ellos realizados de mancomún con su marido Luis Antonio de los Arcos.
Lo cierto es que Luisa, que como mujer y esposa carecía de capacidad legal para subscribir contratos, debió de hacerse cargo en todo momento de las riendas de su hogar y su taller.
Ante este matrimonio infeliz Luisa continuó viviendo y trabajando en su ciudad, Sevilla, la urbe sumida en la agonía de su irreversible decadencia. Después se trasladó con toda su familia a Cádiz, donde los vientos que corrían eran más benévolos. Y finalmente se estableció en Madrid para ejercer el oficio de escultora de cámara.
Era la primera mujer española que accedía a este honor; también sería --en víspera de su muerte-- en ser la primera española en ser acogida en la Academia de Virtuosos de San Lucas de Roma. Pero Luisa murió pobre, hasta el extremo de ser enterrada de caridad, dejándonos su prodigiosa obra. Una obra que sabe hacerse dramática, casi viril, en la representación del dolor, de la pasión, y primorosa en sus deliciosos barros, donde la escultora derrama la dulzura escondida en un corazón maltratado por la vida.
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