Sevilla

Santa Marina ha sufrido al menos otros tres incendios con anterioridad

La iglesia de Santa Marina, templo gótico mudéjar del centro de Sevilla que el sábado sufrió un intento de incendio cuyas llamas afectaron a su puerta principal y el humo al interior, ha sufrido al menos otros tres incendios, uno de ellos el 18 de julio de 1936, precisamente día de Santa Marina

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  • Detalle de la puerta afectada -

La iglesia de Santa Marina, un templo gótico mudéjar del centro de Sevilla que el sábado sufrió un intento de incendio cuyas llamas afectaron a su puerta principal y el humo al interior, ha sufrido al menos otros tres incendios, uno de ellos el 18 de julio de 1936, precisamente día de Santa Marina.

"Santa Marina es una iglesia muy maltratada por la historia", ha dicho a Efe Juan Pedro Recio, estudioso de las cofradías de Sevilla y autor de una monografía sobre las hermandades en el periodo republicano, y quien ha recordado que en febrero se cumplirán 150 años del incendio fortuito que la quemó por primera vez y obligó a cerrarla durante cinco años.

Tras la revolución de 1868, Santa Marina fue uno de los edificios del centro de Sevilla designados para su demolición y, aunque se salvó de la piqueta, perdió su carácter parroquial, que tuvo desde la reconquista de Sevilla, según Recio, quien señala que fue en el incendio del 18 de julio de 1936 cuando perdió todas las obras de arte que custodiaba en su interior.

Recio ha asegurado que de las 19 iglesias quemadas o asaltadas durante el periodo republicano en Sevilla, Santa Marina fue la última en ser reabierta al culto, 51 años después, en 1987, mientras que en diciembre de 1981 padeció otro incendio de origen incierto, ya que el templo cerrado era utilizado como refugio por vagabundos.

Sólo el 18 de julio de 1936 fueron quemadas en la ciudad de Sevilla diez iglesias --Santa Marina fue la tercera, tras Omnium Sanctorum y San Gil--, nueve de ellas en el entonces denominado "Moscú sevillano", que agrupaba los barrios de San Julián, San Marcos y los conformados en torno a las Calles Feria y San Luis.

El mismo día, según el cómputo de Recio, fueron asaltadas otras cuatro, en algunas de las cuales, a las puertas, se hicieron hogueras para quemar elementos del culto y obras de arte.

Como curiosidad, el investigador ha destacado que en la iglesia de la Concepción, levantada con motivo de la Exposición de 1929 en el, entonces alejado del centro, barrio de Nervión, se quemó la imagen del Cristo de la Sed, una advocación que treinta años más tarde, en 1969, originó la Hermandad del Cristo de la Sed.

Para dar cuenta del ingente patrimonio perdido en aquellos incendios, Recio remite al inventario efectuado por Antonio Tineo Lara, que fue párroco de Omnium Sanctorum, y por el canónigo José Sebastián y Bandarán, que incluyeron retablos, pinturas, tallas e imágenes, incluida una Inmaculada de Alonso Cano.

En el caso de Santa Marina fue destruido el retablo, que era el retablo mayor del antiguo Convento Casa Grande del Carmen, un conjunto barroco del escultor sevillano Francisco de Barahona.

En Santa Marina, sin embargo, se salvaron las imágenes de la cofradía que actualmente se denomina Sagrada Mortaja, cuyas imágenes, tras las celebraciones de la Semana Santa de 1936, se depositaron en casas particulares en vez de ser devueltas al templo, ya que hubo anarquistas que alertaron a los cofrades de que había planes de quemar la iglesia.

Según las investigaciones de Recio, anarquistas y miembros de la hermandad compartían tertulias en uno de los bares próximos al templo y cuando se producían redadas policiales contra los subversivos, los propios cofrades salían en su defensa ante la policía o los guardias de asalto.

Concretamente la Virgen de la hermandad de la Sagrada Mortaja se salvó porque fue guardada en casa del entonces hermano mayor de la cofradía, que era cónsul de Checoslovaquia en Sevilla, Guillermo Serra Pickman.

Recio, "indignado" con el intento de incendio de Santa Marina por acumulación de cartones bajo la puerta, ha señalado que un modo de incendiar iglesias en los años 30 era vertiendo líquido inflamable por debajo de las puertas, lo que llevó a los franciscanos de la Iglesia de San Buenaventura, que sufrió tres de estos intentos, a idear una canaleta tras la puerta que expulsaba la gasolina a la calle nada más ser vertida.

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