Tras dejar atrás la docena de años que se han sumado a esos dos mil de nuestra era cristiana y del euro, intentamos hacer balance de nuestro debe y haber para así poder presentarles nuestras cuentas en forma de carta, y que sean ustedes quienes juzguen en conciencia lo bien merecido que tenemos vuestros presentes.
Por supuesto, y para vuestra tranquilidad, entenderemos vuestra buena voluntad en estos menesteres, ya que nos consta que también hasta Oriente llegaron los efectos de esta brutal crisis que nos azota.
Pero como de magia hablamos, y magos son. No puedo dejar de pedirles que valoren los méritos de quienes aún les escribimos a día de hoy sus cartas con la mayor de nuestras ilusiones, y sea por ello el que apuesten un año más por los que saben aprovechar ese hilo efímero de aire que débilmente nos rodea para seguir respirando.
Les solicito que sean generosos con esas amas de casa, que con poco más de dos pimientos y unas patatas, se las ingenian para poner a diario un plato de comida sobre la mesas de sus hogares. Sean atentos con quienes no cejan en el esfuerzo de salir a diario en busca de esos extinguidos puestos de trabajo que servían para sustentaren el pasado a toda una familia, y con esos mal llamados autónomos que poco pueden hacer por su propia autonomía, sino más bien luchar heroicamente desde sus particulares trincheras en tiempos de guerra económica.
Gratifiquen, a todas esas personas que de manera altruista se mantienen firmes en la lucha diaria por que las decisiones de otros no borren los derechos que tantos años tardamos en conquistar, y como no, recompensen a esa generación de ancianos, que tras años de lucha y ardua tarea, vuelven a arrimar sus hombros compartiendo sus diminutos ingresos con sus descendientes con la mayor de las sonrisas. ¡Hasta cuando luchar por la familia!
En vuestras manos, majestades, está la llave, aunque solo por un día, de crear conciencia y valor de nuevo del verdadero precio de un regalo y su significado, ya que nuestros abusos en años anteriores se encargaron de tirar por tierra esa ilusión infantil de cada mañana del seis de enero.
Créanme cuando les digo que de nuevo, tomamos conciencia del descomunal esfuerzo que han de realizar. Créanme. Pero tampoco nos resultará fácil a nosotros explicar a los más pequeños de la casa, que gran parte de su enorme carta se quedó en el camino para contentar aotras miles de criaturas a los que no llegaron ni siquiera el papel y el bolígrafo para poder escribirles. Y no será fácil recibir presentes de otros hogares, que no podrán ser correspondidos…pero algo de culpa sabemos que tenemos de ello. Y es que el jamón se apreciaba en una celebración o por navidad…y hemos llegado al punto de derrocharlo hasta en las tostadas matutinas.
Pero no es momento de echar la vista atrás, sino más bien de empujar con todas nuestras fuerzas hacia delante. Es hora de juntar hombro con hombro, corazón con corazón… en una misma dirección. Y por ello les pedimos en nuestras cartas que colmen de ideas y rumbo acertado las decisiones que se tomen en los despachos de quienes toman las riendas de nuestro presente y futuro, y que todos ellos sin distinción aúnen criterios de unidad y no separatismo en beneficio de nuestra sociedad.
Y nada más. Les prometemos que la noche del cinco al seis, cerraremos bien fuerte nuestros ojos con la ilusión de siempre a pesar de que nuestros salones amanezcan la mitad de llenos, y les prometemos que los más mayores nos encargaremos de hacer ver a los más pequeños el verdadero valor que encierran esos papeles de mil colores que envuelven sus nuevos compañeros de juegos, como lo hicieron en el pasado otras generaciones que realzaron los principios éticos y morales que siempre colmaron el mágico día de Reyes.
Así pues…Nos despedimos de ustedes esperando que cumplan con sus sabios deberes y exigiéndoles que ahorren en carbón, ya que como bien saben… eso del combustible también está por las nubes.
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