Las poblaciones de cotorras de Kramer y de cotorras argentinas se multiplican por 1,21 cada año, según un estudio efectuado en el área urbana de Sevilla, un crecimiento que afecta a la biodiversidad y está poniendo al borde de la desaparición en las áreas que han colonizado a especies protegidas como el nóctulo mayor (murciélago) y el cernícalo primilla.
Estas dos poblaciones de especies invasoras, la de Kramer y la argentina, apenas sumaban unos 2.700 ejemplares en 2016 en el área metropolitana de Sevilla, pero en la actualidad sólo las de Kramer son unas 8.600 y las argentinas no menos de 2.000, según el seguimiento efectuado por los biólogos Dailos Hernández, de la Estación Biológica de Doñana (EBD), y María Carrete, de la Universidad Pablo de Olavide (UPO).
Contrariamente, del nóctulo mayor había algo más de 500 individuos en el sevillano Parque de María Luisa -la mayor colonia europea del mayor murciélago- y en la actualidad apenas hay cien ejemplares, mientras que del cernícalo primilla, sólo en la Basílica de El Salvador -su mayor refugio en la ciudad de Sevilla- había 60 parejas y en el último año no se ha llegado a la docena.
Ataques a edificios históricos
Además del daño a estas especies -"la población de primillas está en caída libre", ha advertido Martina Carrete- las cotorras también se enseñorean en los edificios históricos de la ciudad y, en el caso concreto del Alcázar, se han estado comiendo una yesería mudéjar -con la ingestión del yeso neutralizan el efecto de algunas semillas venenosas que también comen-.
La cotorra de Kramer, ha señalado Carrete, es la más dañina porque cría en agujeros en los que antes anidaban cernícalos y murciélagos, mientras que la argentina construye sus propios nidos, que de tan aparatosos y pesados que llegan a ser suponen un peligro para los viandantes.
Ambas especies, la argentina y la de kramer, son además portadoras de enfermedades, como la psitacosis o fiebre de los loros, una neumonía causada en los humanos por una bacteria, mientras que en otras aves la enfermedad que transmiten afecta al crecimiento de las plumas.
Los biólogos advierten igualmente de que en los campos de girasol que han colonizado estas cotorras en las proximidades de Sevilla, en las localidades de Santiponce y Valencina de la Concepción, se comen entre el 10 y el 15 por ciento de la cosecha, lo que en algunos casos coincide con el margen de ganancia de la explotación agrícola.
Erradicación mediante disparos
Hernández y Carrete aseguran que existe un modo eficaz y barato de erradicación de las cotorras, como se demostró en Zaragoza, donde se acabó con una población de unos 2.000 ejemplares en menos de dos años y con solo tirador -los disparos según los biólogos se efectúan con mira telescópica que garantiza impactos mortales y evitan cualquier sufrimiento al animal-.
Hay dos casos más de erradicación exitosa mediante disparos, en las Islas Seychelles -también una colonia de unos 2.000 ejemplares- y en La Palma, donde solo colonizaron unos 200 individuos.
Otro sistema de control, señalan los biólogos, sería ir nido por nido para quitar los huevos, pero eso habría que hacerlo durante veinte años consecutivos y el coste económico sería enorme. Sin embargo el Ayuntamiento de Sevilla llegó a licitar un plan para suprimir las cotorras mediante disparos en 2016 y el coste solo era de 12.000 euros.
La entrada de grupos animalistas en el debate frustró aquel plan, según han recordado Hernández y Carrete, quien ha asegurado que hacer valer un concepto como la ética por parte de los animalistas en este tipo de debates científicos "es una trampa, porque se trata de una declaración moral que se aplica unilateralmente", es decir, nadie aplica la ética, ha señalado la bióloga, al impacto que en la conservación de la biodiversidad tiene la progresiva desaparición de especies como el nóctulo mayor y el cernícalo primilla.
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