La vida se va en un parpadeo, por lo que conviene dejar de perder el tiempo en pequeñeces. Es la transitoriedad, el valor del silencio y saborear el presente aquello sobre lo que esta muestra de cuadros monocromáticos, espejos tapados con corrector tipp-ex o collages con tiras de periódico nos quiere hacer reflexionar.
La exposición de arte conceptual de Ignasi Aballí “In ictu oculi”, que significa “en un abrir y cerrar de ojos” y es una referencia al título de una de las dos vánitas de Juan de Valdés Leal (1622-1690), está ya disponible en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC) hasta el 10 de noviembre.
Aballí cuestiona las formas de percibir el mundo en un trabajo “caracterizado por una exploración meticulosa del lenguaje”, como lo ha definido Jimena Blázquez, directora del CAAC, que ha señalado que el artista barcelonés es una figura “fundamental” en el panorama artístico contemporáneo.
La muestra “nos confronta” con la velocidad del paso del tiempo y la transitoriedad de la vida. El problema es quizá ver el tiempo como algo lineal que va pasando y no como una continuidad que fluye y cambia, “eso se refleja en el trabajo de Ignasi”, ha apuntado Blázquez, que también ha hecho referencia a las alusiones del artista al silencio que, incluso en su presencia, el tiempo y la vida continúan “siempre en movimiento”.
Que el CAAC se encuentre en el antiguo Monasterio de Santa María de las Cuevas es también simbólico para Aballí, que aprovecha cualquier mínimo detalle para dotarlo de significado, y es que ha sido un lugar en el que el paso del tiempo ha provocado un aluvión cambios y por el que han pasado personas de toda índole.
Aballí ha agradecido esta oportunidad que el CAAC le ha brindado para “experimentar” con su arte. Por ejemplo, ha llevado a cabo la ardua tarea de pegar telas religiosas en varios cuadros, lo que para él es representativo de “ideas que remiten al Barroco y a la ciudad de Sevilla”.
Contenido de la muestra
Al entrar en la sala de exposición llama la atención la serie de cuadros con tiras de periódico en las que se menciona la palabra “silencio” con el resto de la lámina en blanco, siendo ese vacío también una referencia a esa quietud que Aballí explora de forma tan rigurosa.
Incluso las ventanas están impregnadas de arte, pues con el texto escrito en ellas, de fragmentos de libros, establecen una especie de celosía, lo que es, según lo califica Aballí, “muy bonito” porque el texto se refleja en el suelo gracias a la luz del Sol que entra.
En la exploración del tiempo, también visita su pasado con algunas obras que, en su momento, consideró que no estaban bien hechas pero que, con el paso de los años, las ha considerado valiosas. Se trata de unos intentos de monocromo.
En el plano de los monocromos ha realizado un estudio de San Hugo en el refectorio de los cartujos, la Virgen de los cartujos y la Visita de San Bruno al papa Urbano II, de Francisco de Zurbarán, extrayendo únicamente el color predominante en cada una de ellas y pintando en la pared tres cuadrados con esmalte mate al agua de los colores que resultaron. Se trata de otro guiño a la Sevilla barroca, con Zurbarán como uno de sus grandes pintores.
Entre más obras, se pueden presenciar también “Dos cuadros pegados por la pintura”, cuyo título ilustra bien lo que es; un objeto de laboratorio de cristal roto y reparado lo mejor posible; 21 páginas de libro que cada una de ellas marca el inicio de un capítulo siendo un espacio sin texto dentro del libro; una proyección de la grabación del parpadeo de una bombilla estropeada; y el “Círculo acromático”, que representa un círculo cromático pero sin color.
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