El
Cine Cervantes no podía haber abierto sus puertas con otra película que no fuera
‘Mamacruz’. Buena parte de ella grabada a pocos metros del emblemático cine, con una
trama desarrollada en esa Sevilla que
conjuga religiosidad y modernidad, en la que viven cotidianamente
el ser y el parecer, la historia de Mari Cruz puede ser, podría ser,
la de muchas mujeres que, nacidas, criadas y acostumbradas al
cobijo de la religión, sienten y necesitan algo más que pasar los días vistiendo santos.
Con una genial
Kiti Mánver y un elenco de secundarias que da forma a la
vida, obra y milagro de su protagonista, entre las que destacan
Inés Benítez, Silvia Acosta, Mari Paz Sayago y Pepe Quero, entre otros, la historia de Mamacruz es
algo más que el de una señora muy religiosa que necesita un orgasmo y que se despierta, sexualmente hablando, con los incentivos que lanza internet.
‘Mamacruz’
acompasa el ritmo de la trama a la vida misma de la protagonista, a la lentitud y parsimonia con la que cose, al monótono ir y venir de casa a la iglesia, al diálogo interior que establece entre el deseo,
“porque soy mayor pero todavía siento”, y la rectitud de sus creencias religiosas, al gradual descubrimiento de que se puede sentir de otra manera y, sobre todo, al
recuperarse como mujer sin tener remordimientos.
El
cuadro coral que rodea a Mamacruz, que es como la nieta llama a Mari Cruz,
complementan a esa mujer que seguro vive junto a nosotros y que nos cruzamos con ella sin perctarnos de la
lucha interna que lleva: el “
somos viejos para estas cosas” es la esencia de su matrimonio, acoge en casa a su nieta mientras
su hija cumple su último sueño y la
amistad, al final, la encuentra en un grupo de
mujeres maravillosas cuya risa y guasa sevillana provocaron más de una carcajada entre el patio de butacas del Cervantes.
Si
Mamacruz arrasa en sentimientos contradictorios, en lágrimas que reflejan la renuncia y la entrega del día a día, muchas veces sin ser consciente de ello, en un seguir hacia adelante resignado y dirigido por sabe Dios quién, los
personajes secundarios aportan ese contrapunto tragicómico de la que se ríe mientras muere, de la que se agarra a la vida mientras todo se derrumba a su alrededor, de la que busca el último refugio en un grupo de desconocidas para encontrarse a sí misma.
‘Mamacruz’ parte de una fotografía que su directora,
la venezolana Patricia Ortega, encontró de su madre, un posado desnudo, que le hizo escribir sobre
cómo vemos a los padres como seres “asexuados”. Kiti Mánver
deja de ser la eterna secundaria para protagonizar un papel que aborda sin complejos la realidad de
una tercera edad que nos pasa desapercibida en el día a día. Y si el guión lo aborda
sin dramatismos, el
contrapunto tragicómico de realismo de diálogos y escenas completan una película que puede llevarse muchos más premios de los que ya opta.
El
respetable del Cine Cervantes agradeció la película con un
largo aplauso al que respondieron su directora, productor y actrices subiéndose al escenario, encabezadas por la propia
Mánver,
enorme en su plenitud. Una película que “no es brillante en su sencillez y en su eficacia”, sino una aventura
“difícil y que no fue fácil de vender”, recordaban.