Sevilla

En pie un pueblo de Sevilla para no perder a su cura más querido

El pasado martes conociesen sus vecinos que se quedaban sin su cura, Miguel Morilla, que llegó a La Campana en 2019

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Los vecinos consideran al cura un elemento de cohesión social.

Todo un pueblo levantado contra la decisión de cambiarles el cura de su parroquia por otro. Es lo que se vive esta semana en la localidad sevillana de La Campana, desde que el pasado martes conociesen sus vecinos que se quedaban sin su cura, Miguel Morilla, que llegó al pueblo en 2019, al trasladarlo el Arzobispado a Gilena, a 70 kilómetros de esta parroquia.

Las primeras noticias llegaron con cuentagotas el martes, y 24 horas después unos 1.500 vecinos se reunían en la plaza de la Iglesia de Santa María de la Blanca para mostrar su apoyo al sacerdote, de 41 años, y pedir que no se mueva del pueblo, donde, explican los vecinos, ha hecho una labor que va más allá de la evangelización, acercando a la Iglesia a gente que hasta 2019, la veían como algo lejano e inaccesible.

Miguel, como explican los vecinos que forman parte de la comisión creada en el pueblo para pedir que no se vaya, es un hombre con una fuerte presencia en redes sociales, “que se mezcla con la gente sin problemas”, y que en solo cuatro años ha trabajado para, entre otras cosas, ayudar a la restauración del convento de San Sebastián, una de las joyas del pueblo.

Procedía de la Iglesia de Guadalcázar (Córdoba), es un rociero activo (Capellán de la Hermandad de Lucena) o formador en el Seminario Menor de San Pelagio y adscrito a la parroquia de San Juan y Todos los Santos, en el barrio cordobés de La Trinidad.

Su versátil formación y capacidad humana la defienden, entre otros, Ángela María Durán, miembro de la comisión, que lamenta que, entre los motivos que han podido influir en la decisión del traslado, podrían estar “falsas acusaciones que ha sufrido en redes sociales, de gente que le ha acusado de pederasta, de borracho, fomentar la prostitución o no respetar el celibato, sin que nunca se haya podido defender ni respetarse su presunción de inocencia”.

“Han sido muy injustos con él, porque este hombre lleva una dignidad manchada y lo único que queremos es que este sacerdote se lleve aquí un tiempo para limpiar esta dignidad”, y que no se aproveche el verano, cuando se aprueban los traslados entre parroquias, “para moverlo de aquí y que se vaya manchado”.

La misma portavoz lamenta que no han conseguido todavía que les reciban en el Arzobispado de la provincia para “tener una conversación sentada, tranquila, hablando y exponiendo lo que nosotros queremos contarles”, aunque mientras EFE está hablando con los representantes de la comisión hay un representante de Palacio reunido con el sacerdote, como respuesta al eco que están teniendo las protestas de los vecinos.

“No estamos aquí porque este hombre sea un hombre bueno, sino que este hombre es un párroco al que no se le ha dejado ejercer su función, que su función no es otra que la de evangelizar y eso lo ha hecho muy bien entre las personas que se han acercado a él”, sentencia.

Su compañero Manuel Romero incide en que “lo que queremos es defender a Miguel, y no estamos en contra de nadie, ni del que venga”, pero defender el honor del sacerdote es una prioridad para los campaneros se ha convertido en una prioridad, “sabiendo que en cualquier momento lo pueden cambiar, como es lógico, como a cualquier cura de cualquier parroquia, pero a esta persona aquí la han atosigado, la han acusado y defendemos primero la defensa de su honor”.

Los promotores de la iniciativa afirman que representan la voluntad del 99 % del pueblo, por encima incluso de creencias religiosas, porque Miguel tomó posesión en septiembre de 2019 “y la verdad es que fue un cambio brusco respecto a la gestión que los once años anteriores habíamos tenido en la Parroquia”.

Por ahora, los vecinos están haciendo fuerza para intentar que la decisión se revierta, y ya han conseguido que este domingo acudan dos vicarios del Arzobispado a reunirse con ellos y escuchar sus propuestas, pero tienen claro que no van a descansar hasta que, cuando llegue septiembre, Miguel siga dando misa en este pueblo y mezclándose con la gente en sus calles o bares sin preguntarles a quién rezan o cuántas veces comulgan a lo largo del año. 

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