El alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, sostiene que con tal de lograr un impacto económico equis, la capital de Andalucía está dispuesta a pagar el peaje que haga falta, desde celebrar la Feria de Abril en mayo para ser invadida por los madrileños, hasta organizar la final de la UEFA Europa League, con la consecuencia de la invasión -estimada por el Consistorio- de 150.000 hinchas escoceses (del Glasgow Rangers) y alemanes (del Eintrach de Fráncfort). El incívico comportamiento y los desórdenes causados por éstos han escandalizado a los sevillanos, los cuales han empezado a plantearse si merece la pena pagar este precio.
Muñoz ha vuelto a sacar a colación el famoso impacto económico, ahora supuestamente de más de 60 millones de euros pero sin justificación alguna de esa cifra para verificarla; ha dicho que toma nota de lo sucedido porque siempre hay cosas que corregir; que hasta la UEFA está sorprendida por la cantidad de gente que vino porque, claro, “Sevilla no es lo mismo que un país nórdico”; que nunca antes se había producido esta avalancha de público sin entrada y que, como reconoce la propia UEFA, ésta ha sido la final más complicada “porque en las anteriores acudían aficiones más amigables, menos aguerridas y en menor número”.
Si el alcalde se cree lo que le ha contado la UEFA, una mentirosa congénita que dice a cada político lo que éstos quieren oír en cada ocasión, entonces es un ingenuo. A pesar del chovinismo de Muñoz y de los cuentos chinos de la UEFA, sí ha habido ciudades norteñas con más avalancha de público sin entrada para una final europea, y finales mucho más complicadas que la celebrada el pasado 18 de mayo (2022) en el estadio Sánchez Pizjuán.
MANCHESTER 2008
Hay que recordar la final de la Copa de la UEFA del 14 de mayo de 2008 en Manchester entre el Glasgow Rangers (mismo club que ha perdido la final de Sevilla frente al Eintracht) y el Zenit de San Petersburgo.
Un Comité mancuniano había solicitado dos años antes la organización de dicha final dentro de una política similar a la de Sevilla de celebración de grandes eventos deportivos, y de otro tipo, que transcurrieron sin incidencias destacables. Así, en los Juegos de la Commonwealth de 2002 Manchester acogió un millón de visitantes en tan sólo once días, sin problema alguno.
En 2008, a medida que avanzaba la competición futbolística las autoridades de Manchester empezaron a temerse lo peor, tal como ocurrió: la clasificación para la final del Glasgow Rangers, el equipo de los protestantes escoceses en perpetua rivalidad con los católicos del Celtic. Glasgow dista 347 kilómetros por carretera de Manchester, por lo que la relativa cercanía auguraba una masiva llegada de hinchas, no demasiado recomendables.
Al equipo de Glasgow se le había prohibido participar durante un año en competiciones europeas después de los destrozos que sus seguidores causaron en el Nou Camp barcelonés y los enfrentamientos con la Policía en el curso y tras la final de la Recopa de Europa del 24 de mayo de 1972, que ganó por 3-2 al Dínamo de Moscú. La denominada “batalla de Barcelona” se saldó con más de 150 heridos y un muerto. Al Barça le costó más de dos millones de pesetas de la época reparar los desperfectos causados en su estadio por los fanáticos escoceses.
Con aquellos antecedentes no era de extrañar que en 2008 resultaran heridos 39 policías -y un número similar de hinchas- durante los disturbios que se acabaron produciendo en Manchester. Un juez local describió lo sucedido como “la peor noche de violencia y destrucción sufrida por el centro de la ciudad desde el bombardeo (por los nazis en la II Guerra Mundial)”.
EL INFORME
El Ayuntamiento mancuniano, en un ejemplo de eficacia y de transparencia que ya quisiéramos en Sevilla, redactó entre el 17 y el 25 de junio de 2008 un informe de 48 páginas sobre lo acaecido en la ciudad con motivo de la final de la Copa de la UEFA, en el que recoge aciertos y errores y también enseñanzas de cara al futuro y a la organización de nuevos eventos.
Antonio Muñoz, que siempre dice que toma nota, debió tomarla antes e incluso ahora del informe del Consistorio de Manchester, a ver si es capaz de elaborar uno similar en el plazo de un mes como hizo aquél y de rendir cuentas sobre todos los aspectos de la final futbolística europea.
Del informe de la Corporación de Manchester se deduce que en Sevilla, pese a la alarma provocada por los incidentes y conductas incívicas de los hinchas foráneos, no ha pasado prácticamente nada en comparación con lo que ocurrió en la ciudad británica hace 14 años por el salvajismo de los escoceses. Pero esto tiene otra lectura, y sumamente preocupante: podría haber ocurrido lo mismo que allí, por lo que cabe preguntarse si las medidas que aquí se adoptaron hace unos días habrían sido suficientes para evitarlo.
DESBORDAMIENTO
Las autoridades y la Policía británicas habían calculado que el número de aficionados foráneos que llegarían a Manchester para la final europea, con y sin entradas, sería de 60.000 a 70.000. Cuando se confirmó que el Glasgow Rangers sería uno de los finalistas se fue subiendo progresivamente la estimación hasta 110.000, cantidad que sirvió para habilitar las denominadas “fan zone” o zonas para los hinchas.
Pues bien, según el posterior informe municipal acudieron a la ciudad entre 125.000 y 200.000 fanáticos del Rangers, sin contar los aficionados rusos del Zenit, los neutrales, los VIP y todos los invitados de la UEFA.
Y eso que previamente a la final se hizo una campaña en Glasgow para que ningún aficionado escocés viajara a Manchester sin entrada para el partido y se convenció al Rangers para que instalara pantallas gigantescas en su estadio con el fin de que pudieran verlo sus seguidores. Gracias a esa medida más de 30.000 hinchas acudieron al Ibrox Stadium y no se sumaron a la invasión de la cuna de la revolución industrial.
Para afinar en la previsión de cuánta gente acabaría yendo a Manchester se analizaron las ventas y reservas de billetes de las compañías de transporte para el día de la final y las vísperas, pero fue imposible prever el número de los que viajaron en sus propios vehículos y el de quienes de forma impulsiva decidieron acudir en el último momento.
BLINDAR EL ESTADIO
El objetivo esencial de las autoridades británicas fue evitar que un número significativo de hinchas acudiera o se aproximara al estadio sin tener entrada para el partido. Consideraban que tal circunstancia entrañaba el riesgo de desórdenes públicos y hasta posibles tragedias, de las que desgraciadamente había precedentes en todo el mundo.
Por ello se decidió instalar pantallas gigantescas en las zonas reservadas a las hinchadas, para que pudieran ver por televisión el encuentro. El alejamiento del estadio fue la causa de que se desecharan los aparcamientos 1 y 2, sitos al Norte del mismo, como sede de “fan zones”. Asimismo, tras un exhaustivo análisis se desecharon una decena de otras ubicaciones posibles y finalmente se acotaron, especialmente para los hinchas escoceses, tres zonas principales (Albert Square, Jardines de Piccadilly y Jardines de la Catedral) aunque estuvieran en el centro de la ciudad pero relativamente lejos del estadio; y otras tres calificadas como de contingencia (el velódromo, su aparcamiento y la plaza Exchange). En Sevilla sólo se habilitaron dos zonas para hinchas: una en la Cartuja y otra en el Prado de San Sebastián.
ALCOHOL
Se prohibió beber en las calles del Centro. La Policía, incluso invocando una ley de 2003, podría haber cerrado cualquier local por sólo el temor a posibles desórdenes, pero se entendió que sería imposible la aplicación real de una “ley seca” por la masa de gente en circulación y porque el Rangers había advertido de que sus hinchas bebían grandes cantidades de alcohol e iban a ir además con esa intención.
La Policía, no obstante, hizo una campaña de visitas presenciales a locales del Centro y Este de la ciudad para que no hicieran promociones específicas de bebidas para los hinchas y mucho menos vendieran alcohol en botella de vidrio.
En Sevilla, ha habido barra libre para los hinchas futboleros, en contraste con la “ley seca” decretada por el Ayuntamiento durante la Madrugada, y en Los Remedios durante la Feria.
Se comprobó luego en la ciudad inglesa que cantidades significativas de bebidas fueron introducidas por los propios fanáticos y que muchos ya llegaron borrachos a la misma
En Manchester sí se decidió autorizar la venta de alcohol en las “fan zones” para contener a los aficionados allí, pero en tenderetes y sólo en envases de plástico, y se aplicó a rajatabla la política de no permitir ni una gota en el estadio.
El Ayuntamiento inglés instaló 400 urinarios en la ciudad con motivo de la final; el de Sevilla, sólo 100. Aun así los hinchas escoceses miccionaron donde les dio la gana y convirtieron calles y callejones en W.C. al aire libre, para consternación de comerciantes y vecinos. El Consistorio mancuniano reconoció que debió haber vallado los accesos. Asimismo, dejaron 75.000 kilos de basura por la ciudad y el gentío era tal que los refuerzos de la Limpieza (300 operarios) no pudieron penetrar al Centro ni limpiarlo con agua a presión hasta pasado un tiempo. Hubo estaciones ferroviarias, especialmente la de Piccadilly, convertidas en dormitorios, ante la imposibilidad de evacuar en tren a tal masa de gente.
SÍ PERO NO
A pesar de los graves disturbios en el Centro y del colapso de los servicios municipales, el Ayuntamiento, que evaluó con datos objetivos y no como aquí el impacto económico en 15 millones de euros en números redondos (pero un coste de 270.742 euros para los Servicios Municipales, superior a los 119.445 estimados) acabó haciendo un balance positivo del evento y, como Muñoz en Sevilla, anunció que continuaría desarrollando su reputación mundial como organizador de eventos de primer nivel.
Sin embargo, he revisado el informe ‘Manchester, Sport and Legacy’ (Manchester, Deporte y Legado) y desde aquella final no ha organizado ningún evento deportivo más en estos 14 años. Se le quitaron las ganas.
Por cierto, la UEFA, tras todo lo ocurrido en Manchester prometió que se tendrían en cuenta los méritos acumulados para que el Reino Unido organizara el Mundial de Fútbol de 2018. Ocurrió que se lo concedieron a Rusia, y el siguiente a Catar.
Que tome nota Antonio Muñoz y no sea tan crédulo.
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