Carmen de Asido Orellana admite que está abrumada por el interés mediático que ha suscitado su ascenso a Comandante de la Guardia Civil. La agente, nacida en Medina hace 39 años, es la primera mujer en alcanzar este rango en Huelva, donde está destinada actualmente, y la segunda en toda Andalucía. Pero también ha protagonizado otros hitos desde que consiguiera, en 2007, una de las tres plazas para el puesto de trabajo que ocupa actualmente en el gabinete de Psicología. Obtuvo el empleo de teniente con solo 25 años y también fue la primera en Asturias, donde recaló una vez concluida su formación militar en la Academia General Militar de Zaragoza.
“No soy ningún referente”, asegura en un tono firme, pero extremadamente educado, acompañado de una sonrisa. Y niega, en este sentido, que su naturaleza femenina haya condicionado su carrera. “El ciudadano no ve si detrás del uniforme hay un hombre o una mujer, solo ve valores”, sostiene. Aunque reconoce que el cuerpo está aún muy masculinizado, especialmente en las escalas superiores de mando. Basta con mirar los números. En la provincia de Huelva, las muejeres solo representan el 7% del total de funcionarios adscritos a la Benemérita. “Es importante que las mujeres conozcan que la Guardia Civil ofrece un amplio abanico de opciones laborales”, subraya. Y lo repite en varias ocasiones durante la conversación telefónica.
La recién ascendida a comandante, “con las estrellas aún cubiertas del plástico”, bromea, descubrió que podía hacer carrera como psicóloga a raíz de una conferencia militar en la Universidad de Granada, cuando cursaba tercero. Un amigo le planteó que, en lugar del Ejército, se decantara por la institución fundada por el Duque de Armada en 1844.
En la actualidad, es la encargada de asesoramiento facultativo y directo al jefe de la Comandancia en el conocimiento científico y comportamiento, aptitudes, actitudes e intereses de los componentes de las relaciones de estos con el cuerpo desde la perspectiva de la Psicología clínica, organizacional, educativa y social”, según la reseña remitida a los medios de comunicación esta semana, aunque su ascenso se hizo efectivo a principios de verano. “Este trabajo provoca cargas emocionales muy negativas entre los agentes; hay que ofrecerles instrumentos para lliberarlas”, explica.
Además, realiza la evaluación de la aptitud psicofísica de los componentes del cuerpo y las pruebas específicas para determinar la aptitud necesaria de los candidatos que forman para de las misiones internacionales. Colabora, asimismo, como formadora en los cursos de acceso a la Escala de Suboficiales en la Academia de Baeza y participa en los tribunales de selección para los procesos selectivos de ingresos a guardias y de ascenso a cabo, suboficial y oficial. Todo ello la obliga a estar fuera de casa. Madre de una hija, hace “equipo” con su marido, también integrante del cuerpo, para compaginar las responsabilidades familiares y profesionales. “Que compartamos uniforme permite que comprenda mejor los sacrificios”, celebra.
Sus padres y la ciudad trimilenaria de Medina son el otro puntal de su vida. “Siempre me han apoyado”, dice en referencia a su progenitor, el popular historiador Antonio Orellana y su madre, Milagrosa Dávila. Las calles por las que discurrió su infancia y la adolescencia, hasta que con 18 años se marchó a estudiar a Granada, son su refugio. Cada dos semanas, tres, vuelve al hogar a compartir tiempo con sus hermanas y recordar a su padre, fallecido, paseando hasta el campanario de la Iglesia Mayor, donde cada domingo caminaban cuando niña.
“A veces, algunos compañeros se equivocan con mi nombre y creen ser apellido, llamándome comandante Asido. Créeme, si llevar el apellido Orellana me enorgullece, que me llamen por mi pueblo, me hace especialmente feliz”, relata en la nota de prensa. “¿Tanto?”, pregunto. “Así es, no lo puedo evitar”, responde otra vez, con la misma sonrisa con la que atendió a la llamada pese a estar abrumada.
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