La Taberna de los Sabios

Los agricultores despreciados por los urbanitas

Si los agricultores no logran ser vistos como agentes imprescindibles y estratégicos para la producción de alimentos, su papel será de extrema debilidad

Publicado: 16/10/2019 ·
08:58
· Actualizado: 16/10/2019 · 08:58
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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La sociedad actual es urbanita. Más del 70% de los españoles viven en grandes áreas urbanas. Esta clase urbana dominante impone sus gustos, sus imaginarios y sus ideales a través de los votos. Los políticos, necesariamente, también poseen extracción urbana. Los valores urbanos mandan en la sociedad y se reflejan en leyes, normas y prioridades públicas.

Los alimentos, para los urbanitas, son algo que aparece casi por generación espontánea en los anaqueles de los supermercados. Son abundantes, variados, saludables y, en términos relativos, muy baratos. Nunca, en la historia, la alimentación pesó tan poco en la cesta de la compra como hasta ahora.Y, afortunadamente, nunca conocieron un periodo de escasez alimentaria. O sea, comida abundante y barata, lo que hace que no valoren en demasía a los agricultores y ganaderos que producen esos alimentos. Si encima a ese desprecio se une la mala opinión generalizada sobre las subvenciones de la PAC, la imagen de agricultor y de la agricultura necesariamente se devalúa. Por eso, sencillamente, se les ignora.

Al tiempo que la sociedad urbana minusvalora a quiénes producen los alimentos, experimenta una creciente necesidad de respetar y mejorar el medioambiente. La conciencia ecológica avanza a ojos vista, al punto de que cuando los urbanitas pasean por el campo, le molestan las faenas agrícolas, abonados, roturaciones o instalaciones agroindustriales varias. El valor medioambiente, hoy en día, pesa sociológicamente más que el valor agricultura, y eso se nota en normas y leyes. Está bien amar al medioambiente, pero yerra quien desprecia a agricultores y gentes del campo.

Cometeremos un gran error como sociedad si olvidamos el papel estratégico de la agricultura como productora de alimentos. Hoy parece que nos sobran, pero algún día podrían resultar escasos. Por eso, la producción de alimentos de calidad, saludables y respetuosos con el medio ambiente, debe considerarse como una prioridad inexcusable para nuestra sociedad, aunque, hoy por hoy, no perciba esa extrema dependencia. A pesar de los avances increíbles que nos asombran, precisamos de comida todos y cada uno de los días de nuestra existencia. Y, hasta ahora, ni siquiera la tecnología más avanzada ha logrado producir ni un solo gramo de alimento.

Pues de todo ello hablamos en profundidad en un acto organizado por la cooperativa de San Isidro, en Castillo de Locubín, con el apoyo de Cooperativas Agroalimentarias de Jaén y del ayuntamiento de la localidad. Estas instituciones luchan por mantener el empleo y el bienestar en zonas de montaña, condenadas a languidecer si nos somos capaces, entre todos, de generar la actividad que atraiga y retenga a esos jóvenes, que, hoy por hoy, emigran inexorablemente hacia las grandes ciudades, dejando tras su marcha la triste realidad de una España vacía que avanza y avanza.

Los agricultores en general, y los olivareros en particular, han realizado un gran esfuerzo en modernizar sus técnicas agronómicas, en cuidar la calidad y la trazabilidad de sus producciones, en mejorar el cuidado medioambiental y las garantías saludables. Se dispone ahora avanzar en los requerimientos de la nueva sociedad digital, en la que sin duda tendrá que dirimir gran parte de su futuro. Pero, sobre todo, tiene por delante la enorme tarea de crear un discurso entendible por la gran masa urbana que determinará su futuro. Si los agricultores no logran ser vistos como agentes imprescindibles y estratégicos para la producción de alimentos, su papel seguirá siendo de extrema debilidad, despreciados por unos urbanitas que ni los comprenden ni los consideran necesarios. Y, nunca lo olvidemos, sin agricultura, ningún futuro es posible.

 

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