Los líderes, ante una legislatura de acoso asegurado, han querido blindarse. Todos sin excepción. Se avecina una legislatura de bloques, con un ascenso –según el conjunto de las encuestas- del PSOE pero con una coalición postelectoral de tres partidos de la derecha, dispuestos a hacer un cambio social y político en España y con la bandera de la unidad de España como estandarte. No va a haber desistimiento de ninguno de los partidos a favor de otro de la derecha, tal como ha demandado Pablo Casado a Vox para las provincias pequeñas y a Ciudadanos y Vox para las listas del Senado, con la vista puesta en que esa cámara es la que aprueba el 155 para Cataluña.
El 155 se ha convertido en el paradigma electoral de los tres partidos – desde el centro derecha a la ultraderecha. Ciudadanos ha fichado al abogado del Estado que insistió ante la fiscalía en el delito de rebelión, frente a la pretensión de la fiscal general del Estado para que lo cambiara por sedición. Fue cesado y Edmundo Bal será candidato, con el ex vicepresidente mundial de Coca Cola. Marcos de Quinto pasará del sabor de la vida a los escaños de la Carrera de San Jerónimo. Lo mismo en Barcelona ha hecho el PP con Cayetana Álvarez de Toledo. Tensionar al electorado.
En el PSOE lo más notable ha sido la resistencia de las federaciones de Aragón y Andalucía a los deseos de la dirección nacional. No ha sido un enfrentamiento feroz porque ha habido provincias que han llegado a acuerdos de consenso en ambas regiones. En Andalucía así sucedió en Huelva, Málaga, Jaén y Granada. Pero en las provincias en que el PSOE había designado a ministros para encabezar – Cádiz, con Marlaska, Guirao en Almería, Planas en Córdoba y Montero en Sevilla – las resistencias han llevado a la dirección nacional a ejercer sus competencias. No ha sido acertada la respuesta de “tomo nota” por parte de Susana Díaz, porque en las autonómicas su pacto interno fue ninguno. Podemos espera ansioso a Iglesias.
La confrontación en las cámaras está asegurada. Va a empezar desde la propia composición de las mesas del Congreso y del Senado. No hay que asustarse siempre que no vuelva el filibusterismo de utilizar las mesas para paralizar la labor legislativa del gobierno, metodología que será reprobada por el Tribunal Constitucional.
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