“Yo adivino el parpadeo / De las luces que a lo lejos / Van marcando mi retorno / Son las mismas que alumbraron / Con sus pálidos reflejos / Hondas horas de dolor”. Profundísimas horas y muchos años de dolor se vivieron en Irlanda del Norte hasta el Acuerdo de Viernes Santo hace ahora 20 años. “Las nieves del tiempo platearon mi sien/ Que veinte años no es nada” puede decir el principal impulsor del encuentro, Tony Blair. Consiguió -con la ayuda del presidente Clinton- que se sentaran durante varios días enemigos que llegaban con mochilas repletas de muertos. Cuatro veces más muertos que en el conflicto del terrorismo del País Vasco, más de 3500 personas, de ellas más de mil entre el ejército británico y la policía de Irlanda del Norte.
Con esa carga se pudo lograr un acuerdo verdaderamente histórico: Que las decisiones importantes que afectaran al país se hiciera mediante la regla de la doble mayoría, es decir, de los representantes católicos, partidarios de la unificación de Irlanda y de los protestantes, seguidores de la permanencia en el Reino Unido. Estos últimos son los unionistas que ahora respaldan al gobierno de Teresa May. Igualmente el gobierno formado debería ser compartido por ambos bandos, según el resultado obtenido en las elecciones.
En una especie de vuelta de los “dinosaurios de la política” han tenido protagonismo esta semana de un lado Tony Blair, demandando la vuelta atrás del Brexit que él – y media población de Gran Bretaña- considera un error inmenso y de otra Felipe González que en diversas comparecencias ha denostado al gobierno por su falta de iniciativa política en el asunto catalán y ha lamentado el imperio exclusivo de las togas judiciales en un asunto de un enquistado sentido político.
Son conflictos distintos y distantes, pero con el fondo de requerir una salida política. Blair estima que el Brexit es un escollo para la continuidad de la paz en Irlanda, porque es necesaria la permanencia de las fronteras abiertas, difíciles con el Brexit. Felipe, desde el estricto respeto a la legalidad, es sabedor de que “Todos los líderes independentistas son conscientes de que han vulnerado la ley. Pero el problema es político. Y hay que abordarlo con política”. La política se fue y no volvió. Los independentistas se radicalizaron y los constitucionalistas se achicaron.
Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es