El Loco de la salina

Basta, por favor

Todavía estamos esperando que los bancos tengan el detalle de devolver aquel enorme regalo, aunque sea a plazos.

Publicado: 18/05/2020 ·
01:24
· Actualizado: 18/05/2020 · 01:24
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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En el manicomio se comenta todo. Y siempre de aquella manera. Nada más que hay que escuchar a Napoleón para saber que la cosa va de un lío a otro. Muchas veces no se quiere uno enterar de nada para no volverse más majareta de lo que ya está, porque el que más y el que menos desea alcanzar la felicidad sin tener que oír las pamplinas que aquí se oyen. Sin embargo eso es de todo punto imposible, porque muchos locos no se callan ni hablando. Pues bien, ¿se acuerdan ustedes del pedazo de donativo que le hizo el gobierno a los bancos? Así a bote pronto, si no me falla la memoria (que es lo más seguro), creo que fueron más de treinta mil millones de euros, lo cual no es ninguna tontería. Pues todavía se quejan de que no llegan a fin de mes. Y creo que se les prestó con la idea de que los iban a devolver más pronto que tarde. Ya ha pasado el tiempo pronto y el tiempo tarde. ¿A usted le han devuelto algo? A nosotros, nada.

Ya por eso estábamos aquí bastante disgustados y con razón. No hay derecho. Ni izquierdo. Todavía estamos esperando que los bancos tengan el detalle de devolver aquel enorme regalo, aunque sea a plazos. Nada, ni a plazos, ni de golpe. Y sin embargo, lejos de estar preocupados, han demostrado ser insaciables. Ya te cobran hasta por respirar, aunque dicen que ahora te hacen un descuento por llevar la mascarilla. También es verdad que los atracos en ventanilla son más fáciles con la mascarilla que con el careto al descubierto.

Las colas todas las mañanas son increíbles y con eso de la separación de dos metros entre los desesperados clientes, la cosa va de kilómetros incalculables. Para colmo, en muchos bancos ya no hay ni siquiera quien te atienda. Si vas a pedir un préstamo, te encuentras con la fría pantalla de un señor muy serio que te señala a un frente indefinido. Allí te encuentras un montón de cajeros de esos que se llaman automáticos y te las tienes que apañar sabiendo que esos cacharros, que ni sienten ni padecen, no hablan, si no es con letras y números. Y a los bancos la cosa debe irles bien, porque han puesto oficinas por todos sitios. Aquí en La Isla puede haber no sé cuantos miles, pero bastantes. Es como si el dinero sobrara, pero, digo yo, si no hay un duro, ¿a qué viene que haya trescientos mil sitios donde guardarlos?

Bueno, pues como no éramos bastantes, parió la abuela. Porque se comenta ahora en el manicomio que encima de todo lo que llevo dicho, el Ayuntamiento, en un irresponsable acto sin precedentes, está favoreciendo la instalación de más bancos todavía. Los locos ya nos subimos por las paredes.

Por lo visto están poniendo 30 de una tacada y en plena calle Real. Y, echándole muchísima cara, dicen que es para que el centro histórico esté más hermoso. Y encima los están colocando a lo largo del trazado del tranvía, como si los que vayan en él (cuando vayan, que esa es otra) fueran a bajarse corriendo como las balas para sacar dinero. Aseguran que son de granito rosa de 2,1 metros. Yo no he visto todavía ningún banco de granito, con el color rosa y tan pequeño que no se va a poder entrar ni de rodillas. Y encima tienen patas. Basta, por favor; es lo que faltaba para que, si la aguja se marea, se quiten de en medio. Se han vuelto locos.

 

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