La Mezquita de Córdoba, además de poseer una belleza estremecedora, es uno de los edificios sagrados y arquitectónicos más importantes del mundo. Construida a lo largo de los siglos, supone un compendio de todos los estilos artísticos de nuestra historia, desde sus columnas y capiteles romanos, hasta su esplendor califal, pasando por sus adaptaciones renacentistas, barrocas y neoclásicas.
La construcción de la nave central de la catedral en el siglo XVI levantó una sonora polémica en la ciudad. Los caballeros veinticuatro – algo parecido al actual ayuntamiento – se negaron a destruir parte del edificio califal hasta el punto de resultar amenazados de excomunión si no autorizaban la demolición necesaria erigir la nueva nave central. Carlos V tuvo que intervenir en el asunto, para arrepentirse después de la destrucción de algo único.Afortunadamente, la hoy Mezquita-Catedral se encuentra en un óptimo estado de mantenimiento, por lo que debemos felicitar a su cabildo por su primoroso cuidado a lo largo del tiempo.
Quisiéramos detenernos en estas líneas en uno de sus muchos misterios históricos, el de su ubicación. La Mezquita está asentada sobre lugar sagrado desde hace casi dos mil años. Catedral hoy para los católicos, mezquita aljama para los andalusíes, original iglesia paleocristiana de San Vicente para los cristianos tardoimperiales e hispanovisigodos. Según los historiadores árabes Ibn Idari y al-Maqqari, el emir Abderramán I ordenó levantar la parte más antigua de la actual mezquita sobre el solar del complejo episcopal de San Vicente. Por tanto, durante muchos siglos se dio por hecho que bajo la mezquita se encontrarían los restos de la basílica de San Vicente. En la década de los treinta del pasado siglo, el célebre arqueólogo Félix Hernández excavó bajo el subsuelo del monumento y encontró unos restos y unos mosaicos, que identificó como parte del complejo basilical, reforzando la convicción tradicional de que la mezquita se ubicaba sobre la primitiva iglesia de San Vicente. Pero estudios actuales ponen en cuestión esa conclusión. Al parecer, según afirman varios investigadores, los restos que se encontraron apuntan a construcciones domésticas romanas y no a edificios eclesiásticos. San Vicente, por tanto, no estaría debajo.
¿Quién tiene razón? Pues le corresponde a la arqueología emitir el veredicto en última instancia. Pero, mientras llega, quizás deberíamos también contemplar lo propuesto por Ignacio Olagüe, que, tras estudiar detenidamente la mezquita, formuló una novedosa teoría en su polémica obra “La revolución islámica de Occidente” (Almuzara), editada por vez primera en Francia bajo el provocador título de “Los árabes nunca invadieron España”. La mezquita, según Olagüe, no se habría erigido sobre la antigua basílica de San Vicente sino que, en verdad, el primer oratorio de Abderramán I – la parte más hermosa del actual monumento – sería la misma basílica de San Vicente, readaptada como mezquita. O sea que la parte antigua del edificio que hoy vemos no habría sido levantada en el emirato, sino por los cristianos anteriores. Lo que vemos, pues, sería la propia iglesia de San Vicente, visigoda o paleocristiana, según los gustos.
Sostiene su teoría con variados razonamientos, como podría ser el tipo constructivos, los arcos de herradura de tipo visigodo o la orientación norte-sur del edificio, en vez de la preceptiva quibla hacia La Meca. Sin embargo, nadie pareció tomarse en serio esta posibilidad y Olagüe fue criticado y ridiculizado. Sin embargo, su teoría sigue ahí, como una posibilidad más que habría, al menos, que analizar y estudiar antes de desdeñarla.
Quién sabe. La Mezquita de Córdoba, cada día más hermosa, más espiritual, más enigmática. Nació como Centro, y como Centro sigue.