Sindéresis

La palabra comunista

Nos molesta más la mierda de las palomas en los coches que la mierda de bandera con el águila. Acerca de lo primero exigimos soluciones inmediatas.

Publicado: 01/12/2019 ·
22:02
· Actualizado: 01/12/2019 · 22:02
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Es cierto que usamos con demasiada liberalidad algunas palabras, hasta el punto de que pierden su significado: zasca, amor, nazi... Hacer que una palabra como nazi o fascista pierda su significado genera una insensibilidad social que es la mejor noticia para el nazismo o el fascismo. Se transforman en términos blandos y lugares comunes que, más que una posición abominable, indican una cierta transgresión rebelde y, por tanto, pueden parece apetecibles. Si demasiadas cosas son nazis, demasiada gente acabará pensando “pues vale, pues soy nazi” y acabará asumiendo como propias, o como de su propio entorno, las que sí lo son.

Las consecuencias de esto nos las encontramos con la normalización del discurso de Vox, aunque es cierto que, en el caso concreto de España, nunca se buscó una desnormalización real del franquismo, y por eso hay un amplio sector de la sociedad que no ha encontrado rechazo social y legal a la hora de portar simbología franquista y antidemocrática, ni a la hora de exponer postulados reaccionarios y totalitarios incluso en puestos de representación institucional.

Nos molesta más la mierda de las palomas en los coches que la mierda de bandera con el águila. Acerca de lo primero exigimos soluciones inmediatas.

Algo parecido está sucediendo con palabras como “comunista, bolivariano, bolchevique o estalinista”. Esto sucede porque, aunque pensamos que los de derechas son muy listos, en verdad tienen demasiada costumbre de nadar a favor de corriente y de conseguir sus caramelos nada más los piden, pero cuando salen a cazar el voto de gente que no los ha votado nunca, su discurso suele transformarse en pataleta y, cómo no, tormenta de lugares comunes. Intentan alertar de que viene el lobo ante cualquier medida de justicia social, incluidas aquellas que vienen reflejadas en la Constitución Española; una vivienda digna, un sueldo digno, enseñanza y sanidad universales, son medidas comunistas, bolivarianas y, de vez en cuando, proetarras, para esta gente.

Bien, me gusta, vamos por el buen camino, el camino que conduce a cachondearse en las barbas del que te llame comunista y aluda a los millones de muertos de Stalin si quieres que no se deje morir a los náufragos del Mediterráneo, los sintecho nacionales o los niños enfermos en nuestro entorno. El camino de Rosa Díez, podríamos llamarlo, pero que realmente es alumbrado por prohombres y promujeres tan eminentes desde el punto de vista intelectual como Toni Cantó, Ayuso u Ortegasmiz. Os quedan 15 minutos para encontraros una manifestación multitudinaria de pensionistas en cuyas camisetas se lea: SÍ, SOY COMUNISTA, QUÉ PASA. Me fastidia un poco que no os metáis del mismo modo con los anarquistas, porque sus camisetas me gustan más; y sus corazones.

Lo que me tiene un poco desubicado es que esta gente no se haya metido todavía con Amancio Ortega. Quiero decir, no me jodas, que según ellos va regalando su fortuna para salvar enfermos de cáncer, que cosa más comunista no se ha visto en España, y ese tipo de actitudes pueden llevar a la gente a pensar en términos de redistribución de riqueza, solidaridad fiscal y otras rojedades. A no ser, me malicio, a no ser, que en el fondo sepan que el gesto de Amancio Ortega de redistribución de la riqueza tiene bastante poco, y como las campañas de marketing son muy del espíritu neoliberal, hayan dicho “no pasa nada; es de los nuestros”. Las donaciones de los remanentes de los sueldos de la gente de Podemos, eso sí, eso es comunista de cojones, populista, bolivariano y proetarra.

Y no se les cagará una paloma en la boca cada vez que la abren...

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