El Loco de la salina

¿Cómo es posible?

Ahora estamos recogiendo la cosecha de lo que en su día se sembró en este desgraciado país.

Publicado: 20/10/2019 ·
12:20
· Actualizado: 20/10/2019 · 12:21
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Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Aquí en el manicomio nadie sale de su asombro. Sale la sentencia sobre el caso de los lacitos amarillos, y en aquella bonita región de España, Catalonia o como la quieran llamar, se llevan las manos a la cabeza. Los locos nos hemos enterado de que esa sentencia se compone de 493 folios mal contados. Vamos a suprimir los de la tapa, que son de presentación, y los del final, que son para despedirse hasta mañana. Vamos a quitar también los que ponen los nombres de los jueces que firman la cosa. Y finalmente, vamos a condensar los espacios en blanco y las figuritas barrocas que se ponen de adorno en los márgenes. Total, que entre una cosa y otra el recuento final puede ser de unos 450 folios más o menos. Ah, también habrá que descontar las repeticiones de los políticos presos diciendo “maestro, yo no ha hecho, pero lo volveré a hacer”.

Pues bien, a las pocas horas se desborda en las calles de Catalonia un montón de gente, unos como vándalos y otros como presuntos pacifistas de toda la vida de Dios, a protestar contra esa sentencia. Y es lo que nosotros decimos. ¿Cómo es posible haberse leído de una tacada tantos artículos, dimes y diretes, capítulos y filigranas de esa interminable sentencia? Y todo ello en apenas unas horas escasas. Es para sacarlos en hombros, si no fuera por lo pesados que son. Se comprueba que la gente lee más que nunca. Y sobre todo la juventud. ¡Qué manera de leer! Para que luego digan que los jóvenes se pasan el día con el móvil en la mano y que no le pegan a la lectura. Han demostrado que son capaces de coger por derecho ese tocho legislativo y de meterle mano urgente y pacientemente hasta lograr comprenderlo. Y ¿qué han deducido? Pues que hay que tirarse a la calle para protestar por lo que allí se dice. Admirable. Aquí en el manicomio nos hemos puesto a leer la sentencia y no pasamos del segundo folio, porque nuestro cerebro no da para más, pero se ve que en Catalonia hay mucho portento.

Y después hemos estado viendo lo de los incendios callejeros. Los iluminados que dirigen la cosa, encabezados por uno que se fugó y otros que llevan el traje de rayas, afirman que ellos son muy pacíficos y a mí esto no deja de recordarme lo que le pasó a mi vecino para que lo trajeran aquí del tirón. Por lo que me cuenta, encendió una caja de cerillas, la puso bajo el colchón y se puso pacíficamente con un soplillo a echarle vientecito hasta que tuvieron que llegar los bomberos horrorizados. Mientras que lo traían para acá, no paraba de repetir que era más pacífico que el Océano. Parece que los catalonios, como fruto de muchos años de adoctrinamiento, lo que quieren son fronteras. Sin embargo, somos ya tantos en el planeta que van sobrando hasta las rayas que nos separan en los mapas. Los locos no le vemos solución al tema a corto plazo. Quizás habría que empezar otra vez desde la escuela a educar a los niños catalonios, no en la lectura, que ya vemos cómo han sido capaces de leer y de comprender tan rápidamente la sentencia, sino en la conciencia de que ya está bien de levantar muros, murallas, fronteras, tabiques y líneas divisorias. También los locos queremos ser independientes y hacer lo que nos venga en ganas. Sin embargo no nos dejan, porque le podemos abrir la cabeza pacíficamente al que se nos ponga por delante.

Ahora estamos recogiendo la cosecha de lo que en su día se sembró en este desgraciado país.

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