Sindéresis

709

Vive todos sus días como si la noche anterior hubiese salido viva de un accidente de tráfico, pero no el resto de su familia, con ese dolor y desesperanza.

Publicado: 10/06/2019 ·
11:37
· Actualizado: 10/06/2019 · 11:37
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

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Durante un tiempo mi mujer no tuvo nombre; era un número, el 709, con el que se identificaba su ropa en el Hospital San Juan de Dios. Estuvo ingresada allí debido a un trastorno mental que es incurable y que afecta tanto al comportamiento de las personas como uno se pueda imaginar; abarca todos los síntomas de otras enfermedades mentales en algún momento, incluso ese que acabas de pensar, sea cual sea. Pero la 709 no solo tiene un grave problema de salud mental, por el que ha recibido el rechazo familiar y social en múltiples ocasiones, tanto como para marcar su vida. También tuvo cáncer de tiroides que acabó en su extirpación total, y fibromialgia, dolores molestos cada día e insoportables cada tantos días, fatiga crónica, que es como tener anemia incurable para siempre y posiblemente sensibilidad química múltiple, pero sabe Dios a qué cosas; no podemos permitirnos averiguarlo.

Es huérfana y el Estado ha decidido que merece una ayuda por la Ley de dependencia de menos de 300 euros y una discapacidad del 47; 37 por motivos médicos y 10 por motivos socioeconómicos. Es decir: 37%. Cuando vivíamos en Madrid todavía no tenía diagnosticada la fibromialgia ni el trastorno de la personalidad, pero sí una depresión severa que le hacía a veces no poder ir al trabajo; se unían síntomas físicos inexplicables para nosotros en ese momento. Tuvo que dejar de tomar la medicación porque se quedó embarazada y la doctora anotó que su baja médica solo podría ser revisada cuando volviese a recibir medicación; es decir, después del embarazo y la lactancia. Nos trasladamos a Cádiz para recibir el apoyo y la ayuda de la familia y la inspección médica de aquí le dio el alta. Una persona cuyas enfermedades habían empezada a dar la cara mientras estaba trabajando, perdió el derecho a recibir una pensión contributiva en el futuro porque un médico que no la miró nunca a los ojos decidió que el aire del Sur es curativo, como si la gente en Cádiz no se tirara por el balcón de vez en cuando. Ese doctor la expulsó de su vida laboral para siempre.

La 709 renunció a que la seguridad social le diera un andador para poder manejarse en casa porque dijo que alguna persona lo necesitaría más que ella, pero hay veces que yo nopuedo salir a la calle hasta que está en el sofá con su café y su medicación delante, porque puede caerse al suelo cuando se levanta de la cama.

Tiene 45 años, no 80, pero sus problemas de salud no se curan. Vive todos sus días como si la noche anterior hubiese salido viva de un accidente de tráfico, pero no el resto de su familia, con ese dolor y desesperanza. Tiene miedo de volver a pasar por la inspección médica desde que ha entrado el PP en la Junta, porque piensa que todavía le pueden quitar el tanto por ciento que ya se le reconoció hace unos años, ese tanto por ciento que es como una broma de mal gusto, una cosa intermedia, un limbo para los que son dependientes, pero no del Estado, sino de quienes les rodean, porque el Estado opina que si deja de ser mi mujer se puede valer por sí misma con menos de 300 euros. Y sigue mirando ofertas de empleo.

Y el predicador Juan José Cortés tiene una pensión permanente y absoluta, pobrecito mío, con más de 2000 pavos al mes, se sienta en el Congreso de los Diputados para velar por nuestro futuro y sonríe o llora según requiera la cámara.

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