La renuncia a su acta de concejal por parte de Manuel María de Bernardo Foncubierta ha debido resultar balsámica para muchas personas, incluido el propio político andalucista, toda vez que su silente presencia en los Plenos municipales teléfono en mano y ausencia perceptible no dejaba de ser un lastre para propios y extraños.
Ha sido un lastre para su partido a pesar de que como bien se ha manifestado desde el Partido Andalucista, el caso del ex alcalde no sólo no es un caso de corrupción, sino que ha sido una víctima más de una serie de circunstancias en las que ha estado en entredicho su labor como alcalde y clavero municipal, que no su militancia porque hasta donde se sabe, el robo se hubiera cometido con cualquier otro partido en el Gobierno y siempre que se hubieran dado las mismas circunstancias de descontrol achacables a técnicos y políticos, no a ideologías.
Y ha sido un lastre también para su socio de gobierno, el Partido Popular, que a pesar de haber ido a contracorriente en plena campaña electoral cuando todos clamaban contra de Bernardo y haber dejado claro que pactaría con el PA con o sin el ex alcalde, la ciudadanía ha realizado un juicio paralelo que ha perjudicado al actual alcalde y a su formación política.
Por eso la dimisión de Manuel de Bernardo es balsámica, aunque su permanencia en el Gobierno haya causado un daño aún impredecible para las aspiraciones electorales de unos y otros, especialmente del candidato del Partido Andalucista que a buen seguro querrá partir de cero y con las manos libres de hipotecas.
Flaco favor, pues, ha hecho la cabezonería del ex alcalde en su lucha contra los molinos de viento, aunque nadie dude de la legitimidad de una persona para defenderse hasta el último aliento.