En San Fernando el 25-N, Día Mundial para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, se vive prácticamente los 365 días del año con programas y talleres preventivos que llegan a colegios y, especialmente, a institutos para ayudar al alumnado desde edades tempranas a discernir las primeras señales de violencia contra la mujer. A esta labor pedagógica hay que sumar las actividades paralelas de concienciación a través del cine, el teatro y otras disciplinas. La respuesta ciudadana a estas propuestas es tan “abrumadora” que alimenta aún más la confianza de la propia alcaldesa, Patricia Cavada, en que la erradicación de la violencia contra la mujer es posible. Al frente de una de las ciudades más activas en la lucha para visibilizar esta lacra, la regidora isleña ha ejercido de anfitriona en la jornada ‘25-N. Queremos seguir vivas’ celebrada el Centro de Congresos de San Fernando.
Patrocinado por el Ayuntamiento de San Fernando y enmarcado en los encuentros Publicaciones 7.0, este programa especial conducido por Ana Huguet se emitió anoche en todos los canales de 7TV para ahondar en esta grave problemática de la mano de expertos que ya son referentes. Es el caso de Amelia Tiganus (Rumanía, 1984), oradora, escritora, activista feminista y superviviente de trata de mujeres, que compartió en primera persona el durísimo relato de su vida y la historia de superación que vino detrás. Como narró ante sus compañeras en un auditorio lleno, cuando tenía siete años su tío ya abusaba de ella. Entonces no era lo suficientemente consciente de lo que le estaba ocurriendo, pero hubo un episodio que marcó un antes y un después, cuando a los 13 años fue violada por cinco jóvenes en un portal. “Me llené de vergüenza, culpa y tristeza; no me sentía merecedora del amor de una madre, ni de que me quisieran”, admitió.
Aunque su carácter cambió radicalmente, y se volvió agresiva y rebelde, en su entorno nunca se activaron las alarmas de la experiencia traumática por la que había pasado. Nadie reparó en que su conducta era una forma de pedir auxilio. “Necesitaba compresión, amor y reparación”, se sinceraba. En cambio, todo fue a peor. Su sueño de ser maestra o médica se truncó. “Acabé siendo puta de todos y de todas y con mis sueños pisoteados”.
Desde ese momento fue “incapaz” de “decir que no a ningún hombre para tener sexo” y le colgaron la etiqueta de “puta que quiere con todos y para siempre”. Había desarrollado la “indefensión aprendida”, la misma que impide a las víctimas dejar a sus verdugos, cansadas de poner límites y de que la violencia siga escalando. Amelia acabó “adaptándose”, en una espiral que le llevó a plantearse el suicidio en varias ocasiones. “Estaba totalmente anulada y a los 17 años me captaron. La sociedad no supo estar a la altura”. Fue entonces cuando la vendieron a un proxeneta español por 300 euros. Después de toda la vida sufriendo y estimagtizada llegó a creer que dar un giro a su vida era posible. Así se lo prometían los hombres que llegaban a su vida en el puticlub, al que viajó durante su charla y al que trasladó también a a sus compañeros en un ejercicio en el que les describió su día a día y cómo los clientes, “los puteros”, la convirtieron en una mercancía. “Era violada, pero lo llamaban sexo”, explicó.
Dos años después, consiguió dejar el mundo de la prostitución. Cuando trabajaba como camarera en el País Vasco, donde reside, conoció a Miguel Ángel, su marido, quien marcó un antes y un después en su vida. Gracias a él no odia a los hombres. Por primera vez desde los siete años dio con uno que “antepuso su integridad personal a su erección”. Pero queda mucho por hacer y por cambiar. Amelia ve reproducidos en la adolescencia actual muchos patrones de las conductas de los hombres -jóvenes y adultos- que ella sufrió y que el sistema del patriarcado tiene asumidos. También reconoce la reacción de las mujeres víctimas de violencia, pero cree que todo puede cambiar. “Ahora hablo en calidad de experta, no por haber pasado por la prostitución, ni ser víctima, sino porque he tomado distancia y me he formado; mi teoría surge del análisis del feminismo radical. Soy feminista radical”. Y así lo explica en sus charlas -en los últimos cuatro años ha impartido más de 350 en España, América Latina y Europa. “Esto va de ir a la raíz, al patriarcado; no queremos venganza sino igualdad”.
¿Dónde ponemos el foco?
Tras su intervención, hubo una mesa-coloquio en la que participaron Carmen de Manuel, psicóloga clínica Carmen, Hilario Sáez, sociólogo y miembro de Hombres por la Igualdad y Ana Magallanes, pedagoga y coeducadora. De Manuel se detuvo especialmente en la vulneración de los derechos de la infancia en el momento en el que los hijos están expuestos a la violencia que sufren sus madres en casa, una cuestión clave en la transmisión intergeneracional de la violencia contra la mujer a la hora de establecer patrones de conducta que pasen de generación en generación, ya sean víctimas directas o indirectas. Sáez incidió en la necesidad de “girar el foco” y “ampliar la mirada”, viendo más allá de las mujeres asesinadas. Magallanes reiteró la importancia actuar en las aulas con planes transversales desde la infancia