El cementerio de los ingleses

Trabajo atrasado

La estrategia del ahora presidente en funciones es sencilla: evita que se asienten los gobiernos que han salido de estos comicios

Publicado: 05/06/2023 ·
12:02
· Actualizado: 05/06/2023 · 12:02
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Hace tiempo que no tomo una copa, teniendo en cuenta que por mi actividad tengo que conducir mucho. Eventos, presentaciones y alguna que otra Feria del Libro suman muchos kilómetros y es mejor estar fresco. Si tomo algo con alcohol, es apenas un chupito de licor de hierbas después de una cena copiosa y siempre teniendo claro que no voy a salir después. Esto podría ser irrelevante si no fuera por la paradoja de que, aún sin haber cogido una borrachera desde hace años, parece que voy de resaca en resaca. La de una buena noticia personal, la permanencia del San Fernando, la de la noche electoral… esta última sí que me da algún dolor de cabeza.

Cuando se habla de resaca después de la noche electoral, mi natural ironía me impulsa a imaginar a un montón de gente poniéndose como Las Grecas antes de acudir a las urnas. Luego, es inevitable pensar que eso explicaría uno u otro resultado (dependiendo de la ideología de quien formule esta idea): muchos no entenderán la mayoría absoluta de Ayuso en Madrid con la única propuesta de una planta por balcón para frenar el cambio climático (que me aspen); otros estarán sorprendidos de que Revilla haya sido desbancado en Cantabria. Y, al final, tanta referencia a la resaca tras unas elecciones lleva a pensar en lo mismo: los de aquí bebiendo para celebrar, los de allá para olvidar, algunos lo necesitaron para ir a votar y los de acullá se abstuvieron. Quién sabe si para no tener que abstraerse con el mollate o porque se les fue de las manos el sábado por la noche.

No contentos con ello y con los típicos mensajes entre amigos dándose carguita con los resultados (la política en España es como el fútbol pero con más fanáticos), Pedro Sánchez nos sorprende a todos con una nueva convocatoria electoral. Debe ser que piensa que la resaca se vence evitando que aparezca y, para eso, es mejor que no se pase la embriaguez. En realidad, ha sido una jugada maestra aunque no le ha salido bien del todo. La estrategia del ahora presidente en funciones es sencilla: evita que se asienten los gobiernos que han salido de estos comicios, elude la quemazón en el Parlamento a cuenta de la derrota electoral y hace apurar a esa izquierda a la izquierda del PSOE (es decir, la izquierda) para alcanzar sus acuerdos y tratar de asentar su proyecto en el poco tiempo que queda hasta las elecciones generales. Yolanda Díaz ha estado lista para contrarrestar esto último: donde la ley le da diez días para registrarse a las coaliciones que se presenten a los comicios, la ferrolana ha registrado su proyecto como partido instrumental y eso permite adherirse a gente de otros partidos y personas independientes. A Díaz le han sobrado ocho días para salir del atolladero y tiene todo el tiempo del mundo otra vez para confeccionar sus listas y salir a por todas.

Y, con esto, llegamos al punto al que quería llegar. Ya tuvimos el precedente de 2019, donde Sánchez tuvo la oportunidad de aniquilar por bancarrota al PP de los poco más de sesenta diputados que había sido casi canibalizado por Ciudadanos y con la entrada de ese partido fascista con nombre de diccionario. Sin embargo, no quiso pactar con Unidas Podemos pese a que los de Pablo Iglesia aceptaron todas y cada una de sus condiciones: Sánchez se quedó sin excusas, pero igualmente repitió las elecciones. Ante la recuperación del PP, la práctica desaparición de Ciudadanos y el ascenso de Abascal y los suyos, Sánchez e Iglesias llegaron al acuerdo de coalición que todos conocemos con una celeridad que ya pudieran haber mostrado la primera vez: el PP le debe mucho por eso a Pedro Sánchez y el mundo de la comedia también, por los imperdibles shows de Feijóo en el Senado.

Con este precedente, es increíble que la noche después del hostiazo electoral aparezca Ione Belarra diciendo que "estamos trabajando" para llegar a ese acuerdo que toda la izquierda (PSOE, ustedes no cuentan) les está pidiendo desde hace tiempo. Es increíble que ahora se pongan a hacer todo aquello que tenía que estar hecho. Sí, Podemos merece un respeto dentro de la izquierda, pero esa exigencia de respeto continua ha supuesto el batacazo: muchos partidos que por separado no llegaban al 5 por ciento para obtener representación habrían llegado al 5-10 por ciento de haber acudido juntos a las elecciones. ¿Saben cuántas decenas de miles de votos se han tirado a la basura? ¿Saben cuántas personas pensarán que votar no sirve para nada porque sus candidatos le han mandado ese mensaje? ¿Por qué ese empeño en dar balas al adversario por no ceder al aliado las nuestras? Como ya digo, como Sánchez con Iglesias en las últimas generales, Belarra y Díaz tienen trabajo atrasado. Y, aunque se ha ganado algo de tiempo, tampoco es mucho el que tienen.

 

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