La imagen del Cristo Yacente del Santo Entierro, una talla en madera de cedrella y policromada al óleo, atribuida a Jose Tomás de Cirartegui Saralegui en 1792, antes que el Cristo de la Expiración, fue llevada el pasado mes de junio al taller que el restaurador isleño Pedro Enrique Manzano Beltrán tiene en Sevilla.
Desde entonces es sometida a un proceso de restauración, que tiene por objeto devolver el esplendor de una talla, en la que se intervino en al menos dos ocasiones. Una para fijar los brazos articulados que tenía la imagen y con la que se escenificaba el descendimiento de la cruz, atribuida a Antonio Bey Olvera, y otra en la década de los 70 de Alfonso Berraquero García, que arregla una grietas aparecidas en la imagen y la policromía.
El estado de conservación de la imagen a nivel de soporte no era el óptimo, y fueron detectadas las siguientes alteraciones:
- Fisura en el ensamble del hombro derecho al cuerpo, de igual forma se observa en el izquierdo.
- Fisura marcada en el muslo de la pierna derecha.
- Fisura transversal en la tibia de la pierna derecha.
- Roto el dedo meñique de la mano izquierda.
- Fisuras en la cara posterior de la pierna derecha.
- Fisura transversal en el brazo derecho.
- En el interior aparecen gran cantidad de pequeños trozos de madera cortados de talla, posiblemente del momento en el que se le fijan los brazos a los hombros.
El estado biológico de la madera tampoco era estable, si bien no presentaba ningún tipo de ataque por insectos xilófagos, si mostraba un biodeterioro producido por microorganismos debido al hongo de pudrición parda de la madera asociado a la oxidación de un clavo de forja, situado en la región sacro coxígea.
El estudio mediante imágenes médicas permitió determinar que las piezas de madera se encuentraban, en líneas generales, bien adheridas unas a otras, a excepción de la desunión entre los principales bloques de madera en la zona frontal del paño de pureza, así como la separación de las fibras de la madera en la pieza de madera que da forma a la pierna izquierda.
Las pérdidas de policromía, si bien no se extienden por grandes zonas, si aparecen puntualmente repartidas por la totalidad de la anatomía de la imagen, tanto en el anverso como en el reverso, las zonas más afectas son las más salientes, de esta forma los roces o los golpes han producidos pequeñas lagunas en la capa de color, son de destacar la zona de la frente, manos, pies, rodillas, región femoral posterior en la pierna derecha, región crural posterior de la pierna izquierda, codo del brazo izquierdo y espalda. De igual forma las perdidas van asociadas a las fisuras detectadas en los ensambles.
Las heridas en las manos y los pies aparecen cegadas por una pasta coloreada, que también ha sido tratada.
El estudio con luz ultravioleta puso de manifiesto la presencia de algunas zonas afectadas por repintes: se localizan en el lado derecho del cuerpo sobre el hombro, axila y parte del costado, cadera y sobre el muslo de la pierna del mismo lado. En el lado izquierdo aparecen en el hombro, pectoral y axila. A esto hay que sumar repintes sobre la cabeza, en las zonas del cabello que fueron mutiladas, mejilla derecha y la zona superior de la espalda, en torno a los hombros.
Ante este panorama, el restaurador isleño, que tiene en su haber las restauraciones de Jesús de Medinaceli, Cristo de la Expiración, Virgen del Carmen Coronada, la imagen de San José y la colección de cuadros de la vida de Santa Teresa, en el Carmen isleño, ha fijado la policromía y ha llevado a cabo una profunda limpieza, que supone también recuperar el color original del paño de pureza. Ello, unido a la eliminación de orificios y al tratamiento de los hombros, que contaban con una pasta de relleño y pequeños clavos.
Esto supone la fase final de la restauración de la imagen, cuya llegada a San Fernando está prevista para el mes de diciembre.