Me dispongo a soñar en un supuesto que nunca ocurrirá: ser alcalde de Cádiz, la ciudad en la que nací, o de Sevilla, la localidad en la que resido. Entono el pasodoble de la comparsa ‘Los Mendas Lerendas’ de Jesús Bienvenido y comienzo a levitar: “Si yo fuera algún día el alcalde, el alcalde de Cádiz, el que Cádiz requiere, si yo fuera algún día ese alcalde, el que hace cien años que Cádiz no tiene…”
Pues si yo fuera alcalde tendría como referentes a regidoras o regidores que transformaron sus ciudades con decisiones complejas y valientes. En muchas ocasiones, con el viento en contra, y sabedores de que podían ir en su contra en el cortoplacismo electoral. Si yo fuera alcalde me gustaría ser, por lo que conozco y he podido vivir como vecino, un primer edil, más allá de sus ideologías, al estilo de Teófila Martínez (PP) o Alfredo Sánchez Monteseirín (PSOE).
La primera será recordada por ser la gran valedora, impulsora y casi madre del segundo puente de Cádiz, del soterramiento de la vía del tren que tenía a la ciudad cicatrizada en dos y de la urbanización de los terrenos ociosos de astilleros -donde trajo El Corte Inglés-. Elevó también la autoestima de los gaditanos dignificando las playas, logrando un tratamiento especial de insularidad y que acogiera en 2012 la Cumbre de Jefes de Estado Iberoamericanos en el Bicentenario de ‘La Pepa’, la primera Constitución española. Con estas decisiones, cambió la fisonomía de la capital gaditana. Tuvo borrones como no crear empleo y errores, especialmente con nombramientos fallidos y reacciones impropias a su cargo, pero, insisto, será recordada como la alcaldesa que transformó Cádiz.
Del segundo, con el que apenas tuve relación profesional, valoro grandes hitos para la capital hispalense como la peatonalización de grandes avenidas del casco antiguo, Los Remedios y Triana, el tranvía, las Setas de la Encarnación, la ampliación del Palacio de Congresos, el plan de barrios y la amplia red del carril bici -con el inestimable empuje de Antonio Rodrigo Torrijos-. Apuestas que cuestionaron sus adversarios e incluso los suyos, y esas fuerzas anacrónicas de Sevilla que se creen propietarias de la ciudad y guardianes de no sé qué esencias que piensan que cualquier avance o cambio supone siempre un ataque a las señas de identidad sevillanas.
Pero si yo fuera alcalde -que no lo seré-, me gustaría acercarme a perfiles de políticos arriesgados y que ostenten el bastón de mando con grandes actuaciones durante sus mandatos que dinamizaran sus ciudades.Ojalá salgan elegidos-as muchos-as alcaldes-as con ese empuje tras el 26 de mayo. Por el bien de Andalucía y sus municipios.
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