Roostiq, todo suma

Publicado: 16/04/2020
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Alerta Foodie

Álvaro Salinero, bajo el seudónimo de Alerta Foodie, lleva viajando para descubrir y reseñar restaurantes más de tres años

Cómete el mundo

Un pequeño rincón dedicado a compartir los secretos de la gastronomía, entre ellos las reseñas y recomendaciones de restaurantes

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El restaurante madrileño es una de las grandes novedades ofreciendo una amplia versatilidad a sus clientes más exigentes
Desde hace un tiempo en la capital los nuevos restaurantes no ofrecían nada novedoso a una escena gastronómica un poco desgastada. La desmesurada subida de los alquileres, la entrada de los fondos de inversión y la tan extensa oferta hace que muchos jóvenes emprendedores se alejen de Madrid. En cambio, se abren muchos restaurantes calcados, sucursales de otros o, por supuesto, los ‘bistronómicos’ de los grandes chefs.

Roostiq, a través de una buena campaña de publicidad, fundamental en la actualidad en Madrid, ha conseguido atraer la mirada de muchos. Sus peculiares torreznos que han sido centro de ira de muchos puristas, también han sido alabados por crítica y público. Situado en el centro de Chueca, en la calle Augusto Figueroa concretamente, presenta una decoración moderna, mesas de madera y tarima, mesas estrechas y muy apretadas, quizás no estaba diseñado en un principio para albergar tantos clientes.

Se autodenominan un restaurante de finca, ya que disponen de un espacio en Palazuelos, Ávila, de donde sacan gran parte de los productos que ofrecen. Tanto sus pollos criados en libertad como las verduras que cultivan son destacables (más las últimas, sobre todo sus tomates). Un equipo joven en cocina que comanda Carmen Acero. Además, de sus fogones disponen de unas brasas para deleite de los carnívoros con sus carnes Premium de la donostiarra Guikar, y un horno de leña para realizar sus pizzas.



En mi comida, lo que más me impresionó, además de sus torreznos, fueron sus pizzas. Masa napolitana, de doble y larga fermentación, especialmente notable la de burrata y tomates cherries confitados a la que añadí un poco de trufa negra fresca. No tan destacable la de guanciale y cebolleta, que mantiene una maravillosa masa, pero en este caso los ingredientes no seducen de la misma manera.

Postres bien tratados; una tarta de queso con un estilo similar a la guipuzcoana de La Viña y una lemon pie equilibrada. El servicio algo informal se atasca en hora punta. Una bodega amplia que sobresale en la oferta de espumosos franceses. Quizás lo que más me gusto fue su versatilidad, ya que es un concepto que casa para una cena de amigos, una velada romántica en pareja o una comida familiar y no defraudará ni a los más exigentes. Sus torreznos son obligatorios y alguna pizza debéis probar si os dejáis caer por este descubrimiento al que seguro volveré.

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