Andalucía bien merece un nacionalismo. Durante décadas lo intentó, pero en su propósito fracasó. Ahora contempla con preocupación hacia dónde camina el Estado, en el diseño de una nueva estructura, y, claro, quiere posicionarse. Es su derecho, y debe hacerlo.
El actual es un andalucismo propio de un descafeinado manchado con leche sin lactosa y sacarina. Es más una tendencia buscavotos, propia de la partitocracia, que un sentimiento real. Ahora, todas las formaciones pretenden asir la bandera blanca y verde. La pugna por levantar ese estandarte ya la protagonizaron los socialistas andaluces y Adelante Andalucía en la búsqueda de la rentabilidad política del 4D. Siempre se había hablado del 28F como Día oficial de Andalucía, pero Susana Díaz y Teresa Rodríguez emprendieron una carrera, un esprín más bien, para ver quién recordaba con más fuerza a Manuel José García Caparrós cuando se cumplían 40 años de su asesinato.
Cada vez hay más manos para el mismo mástil andalucista, hasta el punto de que como esto siga así va a parece la famosa fotografía en la que marines USA levantan la bandera de las barras y las estrellas tras ganar la batalla de Iwo Jima en Japón durante la II Guerra Mundial. El espacio andalucista ya está overbooking. Todavía existen plataformas, partidos y agrupaciones, un tanto residuales, que siguen pugnando por él.
El PSOE andaluz, que en su día fomentó la división del PA, siempre lo ha pretendido; también Izquierda Unida, Podemos y, en último término, Adelante Andalucía. El PP se ha sumado recientemente al tratar de explicar que se es más andalucista cuanto más se defiende a esta tierra frente a lo que, considera, agravio de las políticas de Pedro Sánchez. Sea como fuere, es preferible apartar la pugna por demostrar quién es más andalucista para, desde la unión, participar con fuerza en el debate abierto sobre hacia dónde va el modelo del Estado español, y qué lugar tiene que ocupar Andalucía. El apreteu tiene que ser ahora en andaluz. Tenemos que ser jartibles, y con algo de bulla, para que Andalucía cuente una jartá en el debate territorial abierto en España. ¡Ea!
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