Todo está ferpecto

Dejen en paz a los niños

La educación es un tema sensible si se habla de valores e incómodo cuando se trata de resultados. Ante tanto dogmatismo, informar y sugerir en vez de dictaminar

Publicado: 18/01/2020 ·
22:04
· Actualizado: 19/01/2020 · 21:40
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  • La ministra Isabel Celaá. -
Autor

Daniel Barea

Yo soy curioso hasta decir basta. Mantengo el tipo gracias a una estricta dieta a base de letras

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Por menos de lo que han dicho las ministras Celaá y Montero o los portavoces de la oposición Abascal y Casado este viernes han ardido grupos de Whatsapp de padres de alumnos, se han retirado saludos para los restos y hasta se ha llegado a las manos.

La educación es un tema muy sensible cuando se trata de valores; y resulta asunto incómodo cuando se trata de resultados. En el caso de los valores, los padres, como los políticos, no dudan, están convencidos de que tienen razón y defienden con ardor sus posiciones, rechazando cualquier otra opción que no sea con la que se identifican. De ahí que Celaá diga la tontada de que “los hijos no pertenencen a los padres” para justificar el adoctrinamiento y allanar el camino de lo que viene o Montero suelte (y es ministra...) sin sonrojarse aquello de que “los hijos e hijas de padres y madres machistas tienen el mismo derecho a ser educados en valores igualitarios, en libertad y en feminismo, de amar a quien quieran y cuando quieran”. Temo que llegue el día que abra el buzón y encuentre el carné de machista con el sello del Ministerio. O que pase la noche en el cuartelillo por ceder el paso a una señora (no sé si se puede escribir señora) al subir al autobús.

Pero Casado, con su “saquen sus manos de nuestras familias”, y Abascal, disfrutando a tope con la que se ha liado a cuenta del pin parental defendido por Vox, también resultan desalentadores. Tampoco me apetece mucho que se incrementen las horas de Religión en detrimento de, qué se yo, francés, aunque ya nadie escuche las canciones de Jacques Brel.

Cuando se trata de hablar de resultados, sin embargo, salen por la tangente. Como los padres. Unos y otros se justifican, culpan a los demás. Con la boca chica. Ya saben. Miran al suelo. Mascullan algo ininteligible. En España, actualmente, es fácil reivindicar el creacionismo o la pansexualidad, pero si muestras preocupación por los resultados en matemáticas o pides más horas de latín y griego eres inmediatamente tachado de rarito. O de plomo, que no sé lo que es peor. En cualquiera de los dos casos, estás proscrito.

La pelea va a ser dura y larga. E infructuosa, sobre todo, infructuosa. Las posiciones se van a enconar y durante las próximas semanas veremos el enfrentamiento entre partidos y también entre instituciones. El PP se ha alineado con Vox en Andalucía pero Ciudadanos, que es quien tiene la responsabilidad en educación, está en contra. Un lío. Veremos si finalmente se impone el veto o no para que los centros educativos informen a las familias de todas las actividades complementarias organizadas dentro del horario lectivo y establecer la necesidad de que autoricen expresamente su participación o no.

Sinceramente, escribo ahora como padre de dos niñas, me importa poco. Porque yo voy a seguir haciendo lo que he hecho hasta ahora (y espero no equivocarme): hablar mucho con ellas, participar en su proceso de aprendizaje, plantearles interrogantes y estimular sus inquietudes, educarlas en la tolerancia, el respeto y la cultura del esfuerzo. En definitiva, como escribía Fernando Savater, ante tanto dogmatismo, informar y sugerir más que dictaminar.

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