Inmersos en el verano me acerco a mi chiringuito favorito, en plena milla de oro marbellí se encuentra este espacio que aúna virtudes de gran restaurante en un espacio en el que no es fácil ofrecerlo. El gran triunfo de Luismi y Cesar es que La Milla haya crecido año a año, cada visita ofrece nuevos detalles, convirtiéndose en un espacio de referencia en Marbella.
Hay pocos planes más atractivos que el que ofrece La Milla, con hamacas y camas a pie de mar y una cocina de producto para disfrutar. La primera vez que llamaron mi atención fueron sus espetos, ya que asaban con está técnica malagueña todo tipo de pescados, desde las tradicionales sardinas a rodaballos o pulpos, pero La Milla es mucho más. Su afán por traer el mejor producto, aspecto que certifico de primera mano debido a un pequeño incidente que me descubrió su compromiso por la excelencia de el mismo, se le suma los toques de creatividad que van entrando en su cocina.
Un Luismi cada vez más valiente se atreve con ciertas combinaciones que enganchan y sorprenden como su navaja frita con jamón ibérico o su queso comte con anchoa, ambas excepcionales. A esta evolución en cocina se suma el buen hacer de Cesar en sala, excelente anfitrión que ayuda a redondear la experiencia.
El chiringuito no deja de ser eso, un chiringuito con sus virtudes e incomodidades, ambiente familiar donde incluso los niños pueden disfrutar de una pizza o un plato de pasta, aunque si de verdad van a disfrutar pónganse en manos de Cesar que les prepara un menú a su gusto y antojo.
La verdad que yo personalmente no he encontrado otro restaurante donde poder disfrutar de una comida así con los pies manchado de arenas y con una botella de mi vino favorito abierta, es uno de esas sensaciones únicas que te deja este pequeño mundo de la gastronomía y por la que merece la pena vivirlo.
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