Sevillaland

Cierre final

Cualquier periodista que se precie ha pasado meses metido en la Hemeroteca para buscar información que haga brillar un gran reportaje..

Publicado: 07/10/2018 ·
22:33
· Actualizado: 07/10/2018 · 22:33
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Autor

Jorge Molina

Jorge Molina es periodista, escritor y guionista. Dirige el programa de radio sobre fútbol y cultura Pase de Página

Sevillaland

Una mirada a la fuerza sarcástica sobre lo que cualquier día ofrece Sevilla en las calles, es decir, en su alma

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Cualquier periodista que se precie ha pasado meses metido en la Hemeroteca para buscar información que haga brillar un gran reportaje. En esas mañanas en Almirante Apodaca, con la tentadora cervecería El Tremendo a la vista, los hoscos empleados te traían periódicos encuadernados. Esos paquetes de papel por meses eran como ataúdes y, tú, el forense que repasaba su contenido en busca de algo que se le había escapado a tus predecesores. La mayoría, cabeceras muertas, caídas tras decenios de agarrarse, sin éxito, a la  vida urgente que cuentan los periodistas.

Jamás pensé que así acabaría El Correo, en el cementerio de la hemeroteca, en el ataúd de la encuadernación de cartoné reciclado. En realidad, al igual que las tiendas y hogares de la acera de enfrente fueron cambiando para ser, en su momento, moros y cibercafés; y, ahora, chinos, hostels o bike centers, pensé que antes caería El Tremendo que el diario más antiguo de Andalucía.

Qué iluso. Qué decepción. Qué final tan inane. Su historia está escrita a base de casta y talento de hombres, y al final mujeres por fin que, como si tal cosa, ejecutaban algo tan refinadamente complejo como es convertir en abanderado de tu ciudad a un diario. En paño que recoge el oro y el fango de tu sociedad, logrando así explicarla. Una proa sin miedo a ir contra la mayoría, pues la mayoría muchas veces se equivoca. Y en esa soberbia aparente está la grandeza.

Cuando, veámoslo al revés, los diarios se pliegan a lo conveniente, pues la supervivencia está en juego y hay que hacer caja como sea, dejan de ser grandes o necesarios. Esto explica el descrédito de un rotativo.

El Correo muere ajado y agotado. 120 años no es gran cosa para un diario, pero en Andalucía resulta un milagro tanta longevidad en cualquier proyecto que merezca la pena. A no ser que te dediques al espectáculo, en estadios o capillas.

Hoy, cuando la muy inmensa mayoría de los 200 pre periodistas que salen al año de la Facultad sevillana jamás trabajarán en un medio, se me agiganta el hueco en el pecho pensando en si la muerte de El Correo tendrá muchas manos. Igual los que por allí pasamos no fuimos lo bastante buenos, intuitivos o cabrones.

Quizás. De lo que sí estoy seguro es de la irrelevancia que para la mayoría tiene la muerte de El Correo. Signo de los tiempos. El último día de El Tremendo, que por desgracia también llegará, iré a beber una mirando hacia las ventanas de la hemeroteca, cementerio de algo hermoso, como sólo puede serlo un diario con gloria y dignidad.

Mis mejores años, en un titular.

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