“Nadie podía sospechar que los 101 alcanzasen la categoría que tienen"

Publicado: 15/05/2017
Paco Vidal, de cuando los 101 solo eran una utopía, fue cofundador de la prueba hace 20 años, algo que nació como un sueño y hoy es motor de la economía rondeña
Esta carrera: dura donde las haya: nació por empeño de un grupo de soñadores que supieron ver donde el resto fuimos ciegos. Y a Francisco Vidal: y a su señora y al camping El Sur: y a unos pocos más, cuyos nombres iremos dando, se les debe la primera piedra de esta catedral erigida a mayor gloria del sufrimiento extremo: una catedral deportiva donde miles de locos peregrinan para medirse con ellos mismos. Y sin más, toma la vez y dice:

Lo primero es aclarar que de los 101 solo se puede hablar desde la humildad, por lo que estará de más cualquier tipo de personalismo.
-Yo lo único que pretendo es que aquellos primeros soñadores no caigan en el olvido.
— Todo empezó por iniciativa de un puñado de idealistas apasionados por el deporte, aunque entonces nadie podía sospechar que los 101 alcanzasen la categoría que ahora tienen.

Sus palabras suenan bien, y más en boca de alguien que lo primero que refiere, no sin orgullo, son sus orígenes campesinos. Francisco Vidal es uno de los muchos andaluces: pura fibra: que tomaron el tren hacia el Norte: hombres y mujeres más que hechos a sí mismos, como reza el tópico, cincelados a golpe de coraje y afán de superación. El mayor de seis hermanos en una familia campesina, acumula en su haber una vida que ha podido ser cualquier cosa menos aburrida. Me recibe en la recepción del Camping El Sur, en un reservado austero, pero muy limpio y ordenado.
Me interesa la prueba deportiva y los detalles de su origen, pero más aún me interesa pregonar a los que hicieron realidad los 101. Diga lo que guste.

— También yo creo que una prueba del prestigio de los 101 de Ronda, que ya está entre las más señeras del mundo, merece que se conozca el cómo y cuándo empezó. Que coincida la entrevista con el vigésimo aniversario tal vez sirva para que los participantes descubran el esfuerzo y el cúmulo de casualidades que la hicieron posible. Porque hay que decir que en esta locura, al menos en sus inicios, no confiaba casi nadie.

De los 600 participantes de aquel lejano 95 a los 7.500 de este año.
— Hay diferencia, desde luego, pero yo más que en el número me fijo en la calidad, en el nivel que fue adquiriendo… El origen de los 101 está vinculado a las actividades que organizábamos para promocionar el camping, que por entonces llevaba solo dos o tres años abierto. En el 92 nos fue imposible hacer nada, aunque ya lo teníamos en mente, y fue en el 94 cuando nos iniciamos con el I Trofeo Camping El Sur, una prueba de mountain bike que recorría unos 20 km. Comenzamos con 127 participantes.

¿Recuerda el itinerario?
— Perfectamente. Salida, como digo, desde el camping; después tomábamos la cañada trasera, seguíamos por la Heredad… y dependiendo de las categorías se daban varias vueltas. Unos orígenes muy humildes, pero que ya apuntaban hacia lo que hoy son los 101. Aquel trofeo supone el germen de la prueba. Un compañero de Telefónica muy vinculado al ciclismo rondeño me puso en contacto con Jesús Rosado, que había corrido el Tour y que regentaba una de las dos tiendas de bicicletas de entonces… Jesús se lo tomó muy en serio y nuestro trofeo se mantuvo durante el 94, 95 y 96. Y te recuerdo que los primeros 101, que iban desde Ronda hasta Marbella atravesando la Sierra de las Nieves por la Fuenfría y el Castaño del Santo, se corrieron por primera vez en diciembre del 95, coincidiendo con el puente de la Inmaculada. Ese año y también en el 96 se celebraron dos pruebas, la que organizaba el camping y los 101. Y una anécdota: el famoso y consagrado Márquez, que tantas veces triunfaría luego, lo primero que ganó en Ronda fue el Trofeo Camping El Sur. Igual que Edu, Jesús González, Antonio Guerrero, el mismo Rosado… También yo subí al pódium, y aunque no te lo creas, corrí con unas chirucas y unos vaqueros cortados a medio muslo. Aquello tenía mucho de diversión, pero en el ADN de nuestra prueba ya constaba el espíritu de los 101.

Y ya en sus comienzos contaron con el apoyo de la Legión.
— Desde luego. La Legión ha estado en los orígenes, apoyando desde el primer momento. El por entonces capitán Pajares nos facilitaba una pareja de motoristas legionarios para abrir paso a los corredores del trofeo Camping El Sur durante los escasos metros que pisábamos carretera. Aunque la entrevista me la estés haciendo a mí, me gustaría que también estuviera Óscar Pajares, porque lo merece y porque se entregó con la ilusión de un niño.

De modo que en julio del 95 se corrió el Trofeo Camping El Sur y en diciembre, con lo duro que es el invierno rondeño, se corrieron los primeros 101.
— Así fue.

Lo que cambió todo…
— Sí, pero pese a la humildad de sus inicios, tanto Pajares como yo teníamos muy claro que había que conseguir una carrera de nivel superior. Y es cierto que hay una diferencia abismal entre el ayer y el hoy, pero el trofeo del camping  había nacido con la vocación de sacrificio que inspiraría los 101. También es muy superior la logística de ahora. Pero el espíritu de sufrimiento, el sueño de tener en Ronda una prueba única es algo que viene de entonces y que por suerte se mantiene. Nació con voluntad de ser una referencia entre las competiciones más duras y eso se ha logrado con creces. Lo extremado, lo mucho que tiene de gesta personal, la locura que supone encarar 101 kilómetros es lo que hace de esta competición una leyenda. Usted dice 7.500 inscritos, pero yo voy más lejos y le digo que si no hubiera límites se triplicaría la cifra.

-¿Y por qué no se amplía el número, entonces? A veces, viendo tantos deportistas que no consiguen inscribirse, se tiene la sensación de que se juega con las ilusiones de muchos.
— Puede que esté equivocado, pero 7.500 es un número razonable. Abrir más… no sé yo. La prueba es posible gracias a los medios que pone el Ejército, porque esto sin tener detrás una fuerza de elite como la Legión, sería imposible.

Le recuerdo que hay pruebas mundiales sin limitación de participantes… Los maratones y los triatlones más señeros no tienen cupo.
— Pero los 101 son distintos. La orografía, los cientos de caminos, lo cambiante de la climatología rondeña, las numerosas áreas de avituallamiento… Es que el recorrido de los 101 es único en el mundo, y no solo por su dureza, sino por lo complicado de su trazado: sendas, veredas, calles y travesías, arroyos y ríos, vados… Todo eso, unido a lo desigual de la preparación con que llegan los corredores, obliga a poner un límite de inscripciones.

Lo decía porque en internet no faltan las críticas de aquellos que llevan años tratando de hacerse con un dorsal y no lo consiguen.
— La dificultad para inscribirse es una parte del ritual. Nadie duda que es difícil, pero que muy difícil, conseguir un dorsal, pero tal vez eso sea un detalle más de la leyenda…

¿Descartamos, pues, esos comentarios, pienso que malintencionados, sobre supuestos favoritismos en las inscripciones?
— Comentarios sin fundamento. Si hay una prueba transparente en todo, y digo en todo, son los 101 de Ronda. Aquí no hay ni favores ni privilegios a la hora de las inscripciones. Fiabilidad absoluta. Se comprende que duela quedarse sin correr, y más cuando el deportista se ha preparado durante meses, pero el proceso es más que limpio. A nadie le gusta quedarse fuera, pero las normas son iguales para todos. Los 7.500 más atentos y más hábiles, o con mejor acceso a internet, son los que consiguen dorsal para medirse entre las montañas de Ronda. Tal vez la dificultad que supone lograr un dorsal sea un aviso del sufrimiento posterior.

¿Y no habría que facilitar la participación de aquellos pioneros que estuvieron en los 101 desde sus comienzos? Lo digo aunque solo sea como reconocimiento a tantos años de fidelidad…
— Sobre ese particular sí creo que se debería facilitar dorsal a los “históricos” más leales. Te voy a contar algo que demuestra la limpieza del proceso de inscripciones. Yo mismo, pese a ser de los pioneros en el nacimiento de los 101, por fin este año, después de cinco intentándolo, logré inscribirme. Por un error en una prueba médica no podré correrlos, así que puedes imaginarte mi decepción. Los 101 no esperan... Pero coincido contigo en que estaría bien que se reservase una especie de “rinconcito” para los veteranos más fieles. No supondría agravio y sería un modo de reconocer los méritos y el esfuerzo de los que querernos correr los 101 siendo abuelos, como es mi caso.

Don Francisco Vidal es un hombre de la España del 42, pero aparenta sesenta y pocos, bien sea por su entrega al deporte o por ser heredero de aquellos andaluces esculpidos durante sus primeros años en las faenas más duras del campo. Nació  en Lebrija: “Campesino y bracero hijo de campesino”, repite, como otros hablan de blasones y charreteras. Y como tantos y tantos hombres curtidos entre el sol y la sal de la Marisma, don Francisco es pura fibra, y su vida un ejemplo a seguir como modelo de superación: prueba evidente de que solo con esfuerzo se llega.
Muchas veces me he preguntado quiénes comenzaron todo esto de los 101…

— También yo creo de justicia una mención especial a los que tanto hicieron en los inicios de esta prueba. Porque no fue fácil, no creas. En los 101, en esta competición señera hoy en todo el mundo, algunos no creían ni por asomo. No digo que se nos pusieran pegas, pero facilidades, descontando la Legión, que estuvo desde sus comienzos, muy pocas o ninguna. Sin ir más lejos, pedimos ayuda a varios organismos públicos, entre ellos al CEDER Serranía de Ronda, donde presenté una memoria elaborada por Óscar Pajares. Se trataba de una cantidad muy pequeña, y aunque en un primer momento se nos había garantizado, lo cierto es que nunca vimos nada, por más que yo defendiera los 101 como una actividad dinamizadora de la Serranía. No daré nombres…

Mejor así. ¿Y por qué 101? Me han dicho que el culpable de ese kilómetro legendario es usted y solo usted. ¿Qué hay de cierto?
— Antes hay que decir que esta aventura la empezamos Óscar Pajares, Francisco Montesinos, Jesús Rosado, mi mujer, Pepi, y yo. Camping El Sur fue fundamental para que la prueba tuviese viabilidad. El primer año las inscripciones de los 101 se formalizaban en la recepción del camping o a través del teléfono de Paco Montesinos. Mil pesetas costaba y lo incluía todo, incluso alojamiento y uso gratuito de las instalaciones del camping durante tres días. Recuerdo que hacíamos turnos para atender las llamadas y que llegamos a 600 participantes.

No crea que voy a pasar por alto el misterio de los 101 exactos…
— En un primer momento, nosotros, Pepi, mi hijo Paco y yo nos planteamos la prueba como promoción del camping, que dicho sea de paso fue el primero de Ronda. Un buen día le planteo al capitán Pajares mi disposición a organizar una carrera que tuviera 101 km de recorrido. Cuando me preguntó el porqué de esa fijación por los 101, le contesté que en Madrid se celebraba una de 100 km marcha y que nosotros no íbamos a ser menos, de ahí que sumáramos un kilómetro más.

Por fin hemos descubierto al culpable del muro que supone el ascenso del último kilómetro.
— El último kilómetro es de una dureza extrema, pero que no culpen a los organizadores, que me culpen a mí. Sin ese extra de resistencia, los 101 no serían lo que son.

Ahí voy, don Francisco. En diferentes lugares de España se celebran ya pruebas con la misma distancia. Algunos lo ven como algo negativo, pero yo pienso que es muy positivo que se haya exportado el modelo, pues eso quiere decir que funciona.
— Estoy de acuerdo, aunque los 101 de Ronda son los 101 por excelencia, y los corredores, los apasionados del ultrafondo lo saben.

Hagamos un todo revuelto y tal vez así alcancemos a reconocer la talla humana del entrevistado. Hecho a la dureza del tajo y sin más escuela que la vida, don Francisco siempre tuvo inquietudes lectoras y amor por la adquisición de conocimientos. Sus orígenes humildes fueron antes que freno, acicate para aproximarse al estudio, lo mismo en Dortmund que en Barcelona. De Lebrija a tractorista en Alcalá de Guadaíra, de tractorista a listero en una arrocera, mili en los paracas y de ahí a la Coca-Cola en el Jerez del 65: “Cincuenta pesetas ganaba, unos treinta céntimos de euro, por un jornal de 8 a 11 de la noche”, comenta. Y de ahí a Alemania, donde se casa con Pepi por poderes:
— ¡Qué sería yo sin Pepi…! -me dice en tono de intimidad, y remata: — A mi mujer se lo debo todo. Lo poco o mucho que hicimos fue por ella. Cuando yo ya estaba a punto de rendirme frente a la burocracia y renunciar al camping, Pepi dijo no y se puso a levantar muros de piedra con un coraje increíble. Luchadora donde las haya, así es ella.

Hay un momento en que se muerde los labios para que los sentimientos no vayan más allá, porque don Francisco, Paco, es duro y apasionado, pero también de lágrima fácil. Tiene algo, qué sé yo, un algo de pureza, de honestidad campesina, lo propio de quien, después de haber triunfado en lo personal y familiar, no destila ni un ápice de soberbia, aunque no renuncia al orgullo legítimo de aquel niño que con trece o catorce años se deslomaba en los llanos de Lebrija. Y de Alemania a Barcelona, donde trabaja de electricista en La Seda, hasta que ingresa por oposición en Telefónica después de superar la FP II en Telecomunicaciones... Pero hay que seguir:
Algunos detalles que se nos hayan podido escapar…

— Dejar claro que esto nació como un sueño y que hoy es uno de los motores de la economía rondeña. Yo, si me apuras, diré que los 101 tienen algo mágico que los hace únicos en el mundo. ¿Tú sabes las referencias que aparecen en Google? Millones… Y seguirán subiendo. Porque es una prueba definitivamente consolidada, de gran nivel deportivo, pero sin perder su idiosincrasia popular. Aquí hemos disfrutado de la Salomon Trail y otras pruebas del mismo nivel, y todo por el nombre de Ronda y los 101. Culminar los 101 ya es meritorio, pero entrar entre los primeros es algo que no se puede describir. Los 101 son emoción en estado puro. Adrenalina, compañerismo, respeto por el entorno, paisajes, esfuerzo más allá de lo creíble, pero sobre todo… Cómo decirlo…

Eso… ¿Cómo decirlo? ¿Qué buscan los corredores?
— Algo auténtico y único, además de un altísimo nivel competitivo. Los 101 forjan a los mejores del ultrafondo. Ahora mismo hay un rondeño corriendo el Ultraman en Australia, 515 km en tres días. Mar, bicicleta y atletismo. Y todo después de un cáncer. ¿Estaría ahí arriba sin la escuela de superación personal de los 101?
-Creo que no. Creo que Abel Aguilera es una prueba evidente de lo que los 101 aportan al participante en tanto que ser humano.

Desde luego. Los 101 sacan lo mejor de cada uno de nosotros. Y eso no es cualquier cosa. Los 101 nos humanizan y nos hacen ver el mundo desde la humildad.
— Dicho queda.
— Y dicho está.

Espero verle el año próximo en el último kilómetro.
— Si consigo dorsal…

Con don Francisco Vidal gusta hablar. Lo llevo tratando desde hace muchos años, pero nunca hasta hoy pude descubrir el fondo más íntimo de su persona. Lo mismo que supo superarse en lo profesional, ha conseguido una cultura y unos conocimientos que nacen de su amor por la lectura. Culillo de mal asiento pero con los pies en el suelo, don Francisco ha pasado el testigo de la empresa a su hijo Paco, que sigue aplicando las mismas normas de buena ciudadanía que han hecho de El Sur un “clásico” entre los campistas.
Se entiende que dejase Cataluña para regresar a Andalucía arriesgando la estabilidad y los ahorros de una vida, para volcarse en una empresa por la que nadie hasta entonces apostaba. El mismo espíritu aventurero que le ha empujado a recorrer, junto a Pepi, quede claro, más de medio mundo, desde el Tíbet a los desiertos más extremos, de la China más desconocida a los profundos y más ocultos valles de África. Paco, don Francisco, lleva la inquietud cosida al cuerpo y tal vez eso explique la genialidad de los 101. De memoria increíble, lecturas y viajes explican que a la entrada del camping haya una escultura de Ricardo Dávila, tal vez única en el mundo, donde Sancho y el Quijote se sientan a la mesa con Cervantes. La realidad y la ficción: el origen de los 101: un punto de locura en la leyenda de una prueba que nos dice que no somos dioses… Solo hombres.


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