El sueño del joven matrimonio de Olga y Carlos se ha transformado en una pesadilla. Compraron en 2005 una vivienda en Arriate, su pueblo, que tuvieron que abandonar cuatro años después, en 2009, cuando la aparición de grietas en todas las habitaciones y humedades acabaron haciendo enfermar a su hija recién nacida. Desde entonces, no han dejado de pagar ni un sólo mes una hipoteca de 600 euros al mes, mientras los constructores les prometían una nueva casa que ahora les niegan. Para colmo de males, les han anunciado que dejarán de abonar el alquiler de otra vivienda donde la pareja reside desde entonces, y el matrimonio teme lo peor: “No podemos pagar la hipoteca de la casa donde no vivimos y un alquiler de otra casa. Estamos desesperados”, relató a RONDA SEMANAL la mujer.
El matrimonio confió en la promotora, Hermanos Cintado SL, porque los promotores eran amigos del esposo. Desde hace semanas, cuando les dijeron que se desentendían de su casa, éstos no atienden sus llamadas telefónicas. Pero es que uno de ellos vive en una casa junto a la que tuvieron que abandonar Olga y Carlos, y no logran que nadie abra la puerta cuando tocan al timbre.
“Pusimos nuestro sueño en esta casa, donde dejamos mucho dinero amueblándola. Y ahora está todo abandonado, lleno de humedades, y nadie nos ofrece una solución”, se lamenta Olga. El matrimonio ha contactado con la asociación de consumidores FACUA, y anuncia una demanda: “Ellos fueron quienes rompieron los lazos de amistad anunciándonos que nos dejarían sin casa y sin soluciones. Nos vemos obligados a actuar como creamos necesario”, anunció Olga, destrozada, afanada en enseñar las enormes grietas que hacen inhabitable el que pretendía ser su hogar.
En la primera planta, una habitación pintada en color rosa se cae a pedazos. Fue el nido de su pequeña Carmen, quien pasó diez días ingresada en el Hospital de Ronda con una neumonía que los médicos achacaron a la humedad de su casa. En los armarios que construyó la pareja, restos de lo que fue un sueño; lámparas, cuadros y la evidencia de lo que fue el hogar de una familia ahora destrozada se apilan en cajones. En la cocina, el reloj digital de un horno parpadea a deshora...: “Sólo pedimos una solución, porque nosotros pagamos religiosamente esta casa el primer día”, se despide Olga, cuatro años después de haber salido por la puerta de una casa llena ahora de desconchones y malos recuerdos. De enormes catas en forma de agujeros que realizaron los constructores para intentar estudiar el origen de las enormes grietas, y que se han convertido en metáfora de unas vidas rotas y heridas.
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