Un verano que nos dice adiós, dejando un pueblo marcado por la afluencia de gente, especialmente durante el mes de agosto. Un verano que nos deja las terrazas de los bares llenas, los comercios agotando existencias, los aparcamientos completos, pero también un verano más que vuelve a dejar en evidencia la realidad de Barbate. Nuestro término municipal se ha destapado como una referencia turística por lo plácido de sus playas, la riqueza de su gastronomía, con un papel preponderante del pescado en general, pero con especial protagonismo del atún. También destaca por su oferta lúdico-cultural, y al fin y al cabo, por ser lo que somos: un pueblo alegre y abierto, capaz de recibir al turista con los brazos abiertos.
Sin embargo, a todas estas ventajas se suman los inconvenientes históricos que se hacen más patentes precisamente ahora que Barbate reverdece tras años de oscuridad. Este, mi pueblo, carece de los servicios necesarios para poder satisfacer la demanda de un volumen de población tan alto. Entre muchas cosas, los problemas de limpieza de las calles son una demanda generalizada verano tras verano, la falta de efectivos de seguridad, un centro de salud que pueda ofrecer los servicios adecuados, jardineros para cuidar las zonas verdes o un hotel para albergar a quien quiera pasar un verano en nuestro pueblo.
Barbate crece gracias a la imaginación del barbateño, a veces también de sus políticos, de su gente y de aquellos visitantes que, enamorados de nuestra tierra, terminan por afincarse aquí definitivamente. Sin embargo, nos vemos impotentes para ofrecer los servicios que necesitan. El informe de singularidad que ha trabajado el equipo de Gobierno, y con el que se está reclamando la atención del Gobierno central, solo es un ejemplo de lo que falta en nuestro pueblo. Mientras que las comunidades autónomas discuten por el reconocimiento de la singularidad catalana, pocos se acuerdan del municipio más singular de la península Ibérica.
Muchas son las quejas hacia el alcalde y sus socios de Gobierno, tantas como los reproches a los que hoy están en la oposición por sus pasados años de mandato en la localidad. Pero lo cierto es que veo pocas acciones reivindicativas de calado hacia el Estado español, que está dispuesto a romper el cuestionable equilibrio autonómico actual para favorecer las peticiones de unos partidos que paradójicamente reniegan de su condición de españoles. Mientras tanto, el municipio de Barbate, ese que sigue dando más del 80% de su terreno municipal a las diferentes afectaciones que padece, sigue sufriendo la precariedad de sus arcas y avanzando solo a base del tesón de sus gentes y de los diferentes gobiernos municipales, enmarcado en unos proyectos de trámites infinitos que parecen no tener fin.
Tal vez algún día veamos instalarse un gran hotel dentro del término de Barbate, que el teatro Cine Avenida vuelva a abrir sus puertas, o que industrias importantes puedan establecerse en el Polígono Industrial del Olivar, sin problemas de energía. Lo que sigo sin entender es por qué no nos unimos para reclamar lo que llevamos años solicitando: un reconocimiento real de la aportación que este pueblo hace a la defensa de España y la OTAN.
Barbate necesita dinero para sufragar los servicios que no puede dar, necesita inversión para crecer y desarrollarse como ciudad, y necesita que se le tome en serio. Pero para eso, hay que caminar de la mano, porque solo los barbateños pueden hacer grande este Paraíso, que no tiene mesías, pero sí muchos dioses invernando.
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