¿Dónde está el enemigo?

Publicado: 30/01/2023
Autor

José Diego Amores Revuelta

José Diego Amores Revuelta es licenciado en Historia y Archivero con influencia petermanesca

Reflexiones desde el sofá

Columnas de opinión que sólo pretenden invitar a la reflexión del lector sobre temas de actualidad

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Uno no sabe ya donde está, si es el típico entrañable hombre mayor, como pudiera ser el señor Pompeyo, dedicado a mandar cartas explosivas, o un amigo dócil...
Hace unas semanas pudimos leer como la prensa nacional aseguraba que la inteligencia estadounidense y europea habían descubierto indicios de que los causantes del envío de los paquetes bombas recibidos por el presidente del Gobierno español, eran rusos, lo que supondría que un presidente de la Unión Europea y de la OTAN, había recibido un ataque terrorista soviéticos por apoyar a Ucrania en el conflicto armado que se está desarrollando en este país, y el elegido había sido el de España, que cosas ¿verdad?. La noticia no dejaba de ser sorprendente a pesar de que estamos viviendo en un mundo donde los desquiciado parecen alcanzar cada vez más poder, por lo tanto, si lo dice Matías Prats, es que debía ser verdad. Sin embargo, el resultado de la investigación patria, apenas unas semanas después, parece haber dado con el presunto autor del explosivo envío postal a Pedro Sánchez, y resulta que el presunto remitente no se llama ni Dimitri, ni Vladimir, sino que su nombre es Pompeyo y es un jubilado de Miranda del Ebro, en Burgos, el cual presuntamente envió hasta seis cartas incendiarias el presidente Sánchez, al no comulgar demasiado con su actitud, apoyando a Ucrania en el conflicto armado del norte de Europa.

Lo que más me llama la atención de esta historia, es que presuntamente, el señor Pompeyo adquirió el material que necesitaba a través de la red, lo que confirma que, desde una silla, un equipo informático o Smartphone y conexión a internet, uno puede conseguir lo que le dé la gana. Yo me pregunto ¿qué hará un jubilado en Miranda del Ebro? Lo mismo es una tónica habitual esto de enviar cartas con cosas de internet, pueden envía un paquete bomba, o un excalestric para el nieto, o quién sabe si alguno se atreve a mandar una carta con un papel lleno de letras. Afortunadamente, en Andalucía nuestros mayores se lo pasan mucho mejor y se calientan menos la cabeza, ellos prefieren cuidar su campo, dar paseos por nuestras plazas y parajes naturales, jugar a la petanca o las cartas y por supuesto, todo un clásico de un hombre pensionista, contemplar una obra o ir al puerto.  Lo cierto es que uno no sabe ya donde está el enemigo, si es el típico entrañable hombre mayor, como pudiera ser el señor Pompeyo, dedicado a mandar cartas explosivas, o un amigo dócil que no sabes ni siquiera si es capaz de hablar, que está en cambio preparando una trama para saltar la caja de cualquier banco. Ya lo dice mi madre “los callaítos son los peores”. 

Por eso es tan necesario, demandado y valorado en los días que pasan una actitud, que cada vez está más en desuso, ya que hasta los programas de televisión que han marcado tanto las costumbres y la vida de la sociedad española desde los años 60, han defenestrado con programas de la prensa rosa o de telerrealidad como La Isla de las Tentaciones. El término del que hablo es el que buscamos, a veces incluso de manera inconsciente, en nuestra vida, con los amigos, la familia, compañeros de trabajo o nuestra pareja. Debemos de ensalzarla porque con la inicial de las letras que conforman su palabra se pueden escribir libertad; emoción; amistad, logros; trabajo; amor y disposición por ayudar. Todos términos que llevan junto a la generosidad y la sinceridad, los sentimientos que más se están desechando en nuestra vida, si lo uniéramos todo junto a la palabra de la que hablo, seríamos un poco mejores y a todos nos iría mucho mejor. Esta palabra no es otra que la de “lealtad”. 

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