Quien a buen árbol se arrima...

¿Dónde se encuentra la identidad de una sociedad?

En los días previos al inicio de las obras en la plaza del Deán Mazas, VIVA JAÉN me publicó una columna titulada “Lugares de la Memoria” en la que defendía...

Publicado: 15/01/2019 ·
23:44
· Actualizado: 15/01/2019 · 23:44
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Autor

Manuel Ruiz

Manuel Ruiz es biólogo y ocupa el cargo de presidente de la Asociación Ecologista GEA de Jaén

Quien a buen árbol se arrima...

Cuaderno sobre la importancia de ser responsables medioambientalmente y otras cuestiones culturales y patrimoniales de Jaén

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En los días previos al inicio de las obras en la plaza del Deán Mazas, VIVA JAÉN me publicó una columna titulada “Lugares de la Memoria” en la que defendía la idea del paisaje urbano tradicional como parte de la identidad colectiva, al que quedan adheridos jirones de la memoria popular.

En esa ocasión hablaba de una de las patas de la identidad de una sociedad, vinculada al espacio. La otra se encuentra en las fiestas y celebraciones populares, como eje en relación al tiempo. Ambos, paisaje y fiestas populares son imprescindibles para que la identidad singular que otorga el “ser de un sitio” permanezca reconocible pese a los cambios que introduce la vida. No es lo mismo ser de un sitio, que estar en un sitio, y cuando uno se halla fuera de su tierra, la identidad la otorga el ser de esa tierra, hasta que en su nuevo lugar se apropia de los elementos de su nueva identidad.

Estamos tratando aspectos muy relevantes para el ser humano, porque una persona sin identidad está a merced de ser colonizada por la de otro. Es como acercarse un poco más a la condición de ciudadano anodino, no del mundo, como decían orgullosos los romanos, sino del vacío.

En este sistema de ejes, lugares comunes y fiestas, son estas últimas las que lo dinamizan todo. Sin celebraciones o fechas señaladas, el conjunto se detiene. Todas las jornadas son iguales y la memoria adherida a los lugares comunes se desvanece.

Mientras las fiestas tengan su vida propia en el corazón de las gentes, deben mantenerse, estimularse, recordarse en los orígenes, en el sentido de esa fiesta. Cuando se vive una fiesta los mayores enseñan a los menores, se reviven tradiciones y un conjunto heterogéneo de personas se aúnan ante la celebración. Las fiestas también son plásticas, adaptables hasta cierto punto.

Sustentar un magro resultado económico en la supresión o alteración significativa de una fiesta popular es de miopes. La actividad económica no debe promoverse a costa de cargarse las tradiciones. Ya puestos, ¿por qué no se pasan todas las celebraciones populares a los sábados? Sería absurdo, ¿verdad? Al contrario, en una ciudad sin industria (ni perspectiva de que la haya) y un exiguo valor añadido de la agricultura, el único recurso económico que queda (aparte de los trabajadores públicos) es su rico patrimonio, material e inmaterial, que debería saber utilizarse como motor. Por ejemplo, las Lumbres de San Antón.

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