Querida nieta

Está claro que siempre hay cosas que cambian a peor

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Querida nieta, perdona que no tenga tiempo para ti porque estos que manejan los hilos prolíficos y financieros, que los dos están en las mismas manos, me obligan cada vez más y más a retrasar la edad para ese júbilo que tras el trabajo (si por suerte se tiene los suficiente) se ha dicho siempre que merecemos. Está claro que siempre hay cosas que cambian a peor. Perdona porque no puedo dedicarte todo el tiempo que quisiéramos y que nos merecemos para pasear, para hacer travesuras, para reír y llorar juntos, para ver con un gran bol de palomitas por vigesimoséptima vez esa película de Disney sin la que no puedes vivir. 

Hay cosas para las que uno nunca está entrenado y mira que ya me ocurrió  lo mismo con tu madre y con tu tío, de los que también nos robaron lo mejor porque en este país ni los empresarios ni las autoridades han entendido muy bien cuales son los limites ni el respeto a las jornadas laborales, o a los necesarios e irrenunciables descansos, y siento que al igual que me perdí tantas cosas con ellos (y hay losas que no se pueden ya remover nunca y las cosas pasadas jamás pueden cambiarse), me perderé las tuyas.

Ahora resulta que una caterva de desalmados con trajes caros y absurdas corbatas, con el lomo bien forrado a costa de la desgracia y las miserias de los demás, han decidido que para que este sistema, que es bueno sólo para ellos, continúe; que para mantener su estatus acodado en la desigualdad y el desequilibrio en brechas insondables entre ricos y pobres como si el tiempo no hubiera avanzado o hubiera retornado a más de un siglo atrás, el común no puede desengancharse del trabajo, ni puede disfrutar de la edad de la jubilación hasta dos o tres o cinco, que más da, años más que antes. Más cada vez. Más siempre.

Ya ves, con lo que ganan y siguen dando a las cuestiones más complejas las respuestas más simplistas, no sabemos si por mala leche o incapacidad o ambas cosas juntas. Luego se preguntarán porqué hay tanta gente que tira por la calle de en medio

En fin, ahora ya sabes porque hay días en que estoy tan silencioso, tan triste, tan alejado de las cosas que sí son importantes, como decirte las veces que hagan falta lo mucho que te quiero. Por eso me río cuando me dicen que con la edad me he vuelto más radical cuando en realidad se trata simplemente de, con las últimas y pocas fuerzan que van quedando, seguir peleando porque tu futuro al menos (ya que el presente me parece a mi que hay que darlo por perdido) sea mejor, más justo, más humano.

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