Una película asiática a las nueve de la mañana, de dos horas y cuarto de duración y con batallas en las que distinguir a los chinos de los japoneses no era, a priori, el panorama más alentador para un lunes de festival en el que, de nuevo, la lluvia no ayudaba a levantar los ánimos.
Sin embargo, City of Life and Death, la ambiciosa producción de Lu Chuan que retrata el episodio de la ocupación China conocido como La violación de Nankín (1937), convenció al desgranar una poesía inmisericorde en su viaje histórico y emocional.
“La gente fuera de China no ha tenido la oportunidad de conocer esta masacre”, explicó en rueda de prensa Chuan, cuya película favorita es, no en vano, La lista de Schindler (1993).
La planificación pictórica y el uso límpido del blanco y negro conviven en City of Life and Death con la brutalidad de la batalla, cuyo horror da homogeneidad a vencedores y vencidos y cultiva el dilema moral.
“No quería hacer una película contra los japoneses. Leí diarios de la época y descubrí que eran personas como nosotros. Así que el filme quiere reflexionar sobre cómo se relacionan los hombres en una guerra”, explicó Chuan.
Así, la vida y la muerte del título marcan el péndulo filosófico de la cinta: cómo la supervivencia va pasando de la hazaña al deshonor, mientras que fallecer deja de ser derrota para ser acto de dignidad.
Así, City of Life and Death robó el protagonismo a la que partía como estrella del día: Making Plans for Lena, protagonizada por Chiara Mastroianni y dirigida por Christophe Honoré, que el año pasado también compitió por la Concha de Oro con La belle personne.
Como en aquélla, planea sobre su retrato actual el aroma novelesco, pero, a diferencia de lo que ocurre en su anterior filme, en Making Plans for Lena la afectación dialéctica no da profundidad y elegancia a la película, sino que encasquilla su discurso.
La cinta se centra en Lena, una mujer recién divorciada que se reúne con su familia en una casa de verano. Poco a poco, se va desmenuzando su carácter contradictorio y autocompasivo dentro de una familia en la que la vejez es juvenil y liberadora y la infancia meditabunda y angustiosa.
“La película nos interroga sobre la falta de madurez”, explicó Honoré. “En mi generación tenemos miedo a que no nos tengan en cuenta como adultos y nosotros hablamos a nuestros hijos como si fueran mucho más adultos de lo que son”, dijo el director.
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