La salita de Moy

Sevilla: hágase todo en su justa medida

¿Educación o fe? ¿Civismo o religiosidad popular? Ahí radica el paradigma del ser o no del estilo tan sevillano con esta forma tan particular de procesionar

Publicado: 12/06/2018 ·
20:49
· Actualizado: 12/06/2018 · 20:49
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  • Cruz de mayo de niños. -
Autor

Moisés Ruz

Moisés Ruz es un periodista sevillano. Redactor de Viva Sevilla y presentador en 7 Televisión

La salita de Moy

La Salita de Moy es un lugar de encuentro entre los sevillanos y sus cosas. Tradiciones, cultura, sociedad y mucha, mucha claridad

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Año a año nos hartamos de señalar las decenas de procesiones de asociaciones civiles para justificar el exceso de pasos que salen por Sevilla y el excedentes de efectivos policiales que se requieren para dar cobertura a todas ellas. Nos vanagloriamos de tener en regla los “papeles” de la Iglesia con el fin de no fustigarnos a nosotros mismos, pero si observan por un instante la balanza de la objetividad comprobarán que no estamos tan lejos, ni mucho menos, de esas mal llamadas piratas cuando nuestra comparación radica en los excesos de pasitos que procesionan por la ciudad. 

Una docena de procesiones eucarísticas en tan sólo un día. Dato registrado por la administración pública para enviar agentes de seguridad y de tráfico el pasado domingo de Corpus. Un problema tan real como difícil de abordar, puesto que todas ellas ofrecen una justificación tan convincente como que sus procesiones llevan a Dios vivo por las calles. ¿Educación o fe? ¿Civismo o religiosidad popular? Ahí radica el paradigma del ser o no del estilo tan sevillano con esta forma tan particular de verter sus creencias al pueblo. Un dilema en forma de innumerables procesiones que comienzan a hastiar hasta al más férreo cofrade. Ponerle el acento a este debate sobre la necesidad/importancia que conlleva una procesión eucarística sería errar sobre las bases de la fe, pero el equilibrio existe. 

A estas procesiones hay que sumarles la asiduas de Glorias, a las que pocos paliativos se le pueden poner. Es su día. Aunque otro gallo canta si éstas estiran el chicle entre bandos anunciadores, rosarios públicos o traslados a templos. Pero la verdadera problemática nos la encontramos en el invento del costal del siglo XXI: las cruces de mayo. 

¿Dónde quedaron aquellos pasitos hechos con un palé y que caminaban acompañados por padres por las aceras de nuestras aquellas? Ahora no hay paso que no calce cinco trabajaderas y veinte tíos debajo, algunos con muchos pelos. Es un fenómeno incontrolable que, no nos engañemos, ha surgido del seno de nuestras propias hermandades, permitiéndose todo tipo de barbaridades. Pero ahora alguien debe decir “basta” y ponerle coto. Cada una lleva, al menos, dos agentes policiales cortando el tráfico, con fines de semana con hasta nueve cruces de mayo procesionando a la misma hora. Una suma que traducida al igual significa 500 euros por procesión que salen de las arcas municipales. 

Hay que echar el freno y replantearnos dedicar nuestro preciado tiempo en otros menesteres tan fundamentales en nuestras cofradías como son la formación o la caridad.

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