Cuando la periodista Ana Huguet pregunta el jueves pasado en el programa Siente Cádiz, en 7TV, a la delegada del Gobierno de la Junta en Cádiz y presidenta saliente del PP, Ana Mestre, si le ha molestado que la dirección nacional la obligue a cumplir los estatutos y, por incompatibilidad, a abandonar el liderazgo de la formación, la entrevistada tensa la sonrisa. El gesto es mucho más elocuente que la respuesta. El desenlace de la crisis ha hecho mella.
No solo Elías Bendodo ha conseguido el plácet de Génova para continuar como presidente provincial; Patricia Navarro, también delegada del Gobierno, podrá ejercer como secretaria general en Málaga. Pero, aunque se resienta el ego, dejar las responsabilidades orgánicas también le procurará alivio a Mestre. La presidencia ha sido muy difícil. La dimisión de Andrés Núñez y la muy deficiente gestión de la situación sirvió para que el sector crítico, vinculado a Antonio Sanz, cuestionara su papel. El suceso protagonizado por Antonio Saldaña, que acabó en comisaría por conducir triplicando la tasa de alcoholemia e impactar su coche con otros tres vehículos, terminó de despojarla de toda autoridad. Mestre instó a Saldaña a dimitir pero éste fue indultado por algún poder fáctico que, a día de hoy, sigue sin ser identificado.
Ahora, Saldaña ha sido rehabilitado y conducirá con Ignacio Romaní la organización del congreso provincial. Su nombramiento no causó sorpresa entre los asistentes este lunes a una destemplada Junta Directiva, porque cumplía las expectativas dada su relación personal con el alcalde de El Puerto. Como se preveía, los elegidos para preparar la cita del próximo 23 de mayo se dividen a partes iguales entre personas de confianza de Bruno García y Germán Beardo. Por el momento, no hay visos de unidad. Siguen viéndose las costuras de la candidatura de integración.
Tanto uno como otro optan, además, por mirar por el retrovisor para encarar el futuro y encargan la dirección de la ponencia sobre el PP en las instituciones a Antonio Sanz y Teófila Martínez. A menos de un mes para la cita, cunde la sensación de continuismo. Nadie esperaba una revolución, pero si Bruno García y Germán Beardo quieren liderar la recuperación del partido, superado por Vox en la última convocatoria electoral, deben imprimir algo de nervio a su discurso si quiere marcar diferencia, imponerse en la confección del equipo y no confiarse demasiado porque nadan entre tiburones. La alternativa es optar por el “liderazgo compartido” incluyendo también a los escualos...
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