Ocho localidades gaditanas se encuentran entre las 858 ciudades europeas con mayor mortalidad atribuible a la calidad del aire. El estudio, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), en colaboración con investigadores del Swiss Tropical and Public Healt Institute (Swiss TPH) y de la Universidad de Utrecht, incluye en el ranking a La Línea, Cádiz, Algeciras, Sanlúcar, San Fernando, El Puerto, Jerez y Chiclana, y apunta que, si todos estos municipios fueran capaces de reducir las emisiones de los dos agentes contaminantes estudiados, partículas finas (PM2,5) y dióxido de nitrógeno (NO2), se podrían evitar entre 136 y 600 muertes prematuras al año.
Otras catorce ciudadades andaluzas aparecen igualmente en la clasificación, publicada en la revista The Lancet Planetary Health: Sevilla, Málaga, Alcalá de Guadaira, Almería, Fuengirola, Torremolinos, Córdoba, Huelva, Dos Hermanas, Marbella, Benalmádena, Linares, Jaén y Granada, que suman entre todas entre 447 y 2.380 muertes vinculadas a la polución.
“El dióxido de nitrógeno es un contaminante asociado a las emisiones de tráfico y está asociado a trastornos inflamatorios, de manera que afecta frecuentemente a las vías respiratorias, favoreciendo enfermedades como el asma, pero también puede causar enfermedades cardiovasculares y ciertas patologías cognitivas”, explica Shasha Khomenko, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio por videollamada.
Las partículas finas, por su parte, “son materia en suspensión producto de la combustión, no solo de los vehículos motorizados, sino también de otras fuentes, como la industria, la calefacción doméstica o la quema de carbón y madera -añade-, que pueden afectar a prácticamente cualquier tejido del cuerpo”. Como el dióxido de nitrógeno, causan serios problemas respiratorios y cardiovasculares o demencia.
Si todas las ciudades andaluzas incluidas en el ranking europeo fuesen capaces de controlar las emisiones de ambos elementos de acuerdo a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 10 microgramos por metrro cúbico para las partículas finas y 40 para el dióxido de nitrógeno, se podrían evitar 583 víctimas mortales al año. Pero, si igualaran las emisiones más bajas registradas en Europa (3,7 microgramos por metro cúbico para partículas finas y 3,5 para dióxido de nitrógeno), el número de muertes se reduciría en 2.980 personas.
“En nuestro estudio no hemos detallado medidas específicas, pero es recomendable establecer políticas de reducción del tráfico rodado, favorecer la movilidad sostenible, como la bicicleta o el transporte público, o regular las emisiones de la industria”, señala Khomenko, quien considera, no obstante, que “cada ciudad tiene que estudiar cuáles son las fuentes contaminantes”, teniendo en cuenta que los fenómenos meteorológicos también influyen. “En el sur de España, los vientos del desierto agravan los episodios de contaminación”, agrega. Los datos del estudio pueden servir, indica, como punto de partida para que “las administraciones locales pongan en marcha políticas de planificación urbana y del transporte encaminadas a reducir el impacto de estos dos agentes contaminantes”.
Los investigadores denuncian, por otra parte, que la legislación europea actual no protege lo suficiente la salud de las personas, por lo que los límites máximos permitidos de partículas finas y dióxido de nitrógeno deberían ser revisados. En cualquier caso, Khomenko advierte de que “nuestros resultados apoyan la evidencia que indica que no existe un umbral seguro por debajo del cual la contaminación del aire es inocua para la salud”.
Para la elaboración de la clasificación de las 858 ciudades, se ha tenido en cuenta una puntuación de carga de mortalidad asignada a cada localidad; las puntuaciones se han calculado con un algoritmo que tiene en cuenta las tasas de mortalidad, el porcentaje de mortalidad evitable y los años de vida perdidos por cada contaminante del aire. “Hemos obtenidos una gran variabilidad de resultado”, pero ha quedado constatado que tanto el dióxido de nitrógeno como las partículas finas son factores de riesgo a largo plazo que requieren del mismo modo de actuaciones sostenidas en el tiempo para su reducción.
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