Las cifras oficiales indican que cuatro de cada diez contagiados de Covid-19 en la provincia de Cádiz tienen más de 65 años. La crisis sanitaria ha puesto de manifiesto la
vulnerabilidad de la tercera edad ante esta enfermedad porque el riesgo aumenta según el historial clínico o los antecedentes familiares y dolencias que, con el paso de los años, son más frecuentes.
“
La hipertensión, que es uno de los factores con mayor prevalencia en los ancianos -explica el doctor Javier García Monlleó, presidente de la Sociedad Andaluza de Geriatría y Gerontología-, aumenta el riesgo” ante la infección.
También las enfermedades cardiovasculares y la diabetes, y los hábitos insanos, como el consumo de alcohol en exceso o el tabaquismo, empeoran el pronóstico en caso de padecer coronavirus.
La primera lección, por lo tanto, del caos que hemos vivido tiene que ver con la
importancia capital de cuidar individualmente de nuestra salud. Pero también, remarca, “de estas situaciones catastróficas tenemos que aprender” que
hay que corregir, mejorar y reforzar el sistema público de asistencia.
Dada la experiencia vivida en esta pandemia, que se ha cobrado hasta ahora 471 víctimas mortales en centros residenciales en Andalucía, 56 de ellos en Cádiz, “tendríamos que pensar en un
nuevo modelo de residencia medicalizada”, advierte, y detalla que habrían de contar “como mínimo con un médico, servicio de farmacia, enfermería 24 horas y un gran espacio que se pueda dividir en salas para realizar aislamientos si fuera necesario, con un equipo de fisioterapeutas, conexión directa con el hospital de referencia, equipos para hacer análisis de sangre e incluso el instrumental necesario para hospitalizaciones de carácter leve”. Todos los centros no podrían prestarse a ser medicalizados, aclara, admitiendo la imposibilidad para aquellos de dimensiones menores de 25 plazas, que suponen el 21% del total provincial. El resto
debería incrementar también el número de enfermeros, profesión que, junto a las de fisioterapeutas, auxilares o celadores, “hay que potenciar y cuidar”, así como desarrollar la especialidad de geriatría.
“Las personas que nos han dado la vida, la educación y su sacrificio durante tantos años”
deben tener, a su juicio, una especial consideración. “Habrá que estar muy atentos para
impedir tajantemente” cualquier muestra de rechazo social tras la pandemia. De producirse, asegura, “sería el mayor declive de nuestra sociadad”.
Al contrario, considera que es el momento de darles un mayor protagonismo, impulsando por parte de las administraciones “
planes específicos para abordar lacras como la de la soledad, que devastan a este sector poblacional, con medidas como compartir pisos tutelados o la interrelación con jóvenes universitarios”.
En cuanto a los cuidados inmediatos, García Monlleó defiende que
es “importante no aventurarse al contacto directo con hijos y nietos”. “Todos sabemos que estamos desando abrazar a nuestros seres queridos, pero tengamos paciencia”, recomienda porque “esto se superará”.
Entre tanto, y teniendo en cuenta que el Gobierno de la Nación permite al fin dar paseos,
pide extremar las medidas de acuerdo a las condiciones físicas. En el caso de mayores sanos o robustos, cuando conservan bien autonomía y tienen bien controlada su salud, basta con que asuman medidas generales recomendadas para la población adulta, como salir progresivamente en tiempos ascendentes, en la cercanía del domicilio y observando la higiene tanto al salir como al regresar al domicilio.
Pero
los mayores con enfermedades de base, deben usar mascarillas y evitar el acercamiento a otras personas que potencialmente pudieran contagiarlos. Finalmente, los mayores frágiles que por su avanzada edad o por las enfermedades que padecen se hallan en situación de vulnerabilidad y, si además presentan algún grado de dependencia, deben salir acompañados por algún familiar o cuidador.
En este tercer grupo,
por dolencias físicas o mentales como demencia senil, “hay que mantener las rutinas habituales” en casa pero también llevar a cabo otras actividades, como pasear en las estancias más grandes y los pasillos y pasar tiempo en las habitaciones más iluminadas para favorecer la orientación temporal y evitar los síntomas confusionales, mantenerse bien hidratado y llevar a cabo ejercicios de estimulación cognitiva, como sumas y restas sencillas o mencionar todas las actividades vinculadas al oficio que desempeñara”.
Por último, advierte de que la presencia de dolor, estreñimiento, infecciones del tracto urinario o falta de hidratación pueden provocar agresividad o agitación.
Atender estas urgencias pueden mitigar hasta la desaparación estos problemas. En el caso de que persiston, recomienda que “no duden en consultar a su médico de atención primaria o a su geriatra”.