Algar no baja la guardia pese a que encara la sexta semana del confinamiento sin registrar ni un solo caso positivo por coronavirus.
“El pueblo se lo está tomando muy en serio”, asegura satisfecho y confiado en su gente el alcalde, José Carlos Sánchez, quien admite, no obstante, que el pasado Viernes Santo tuvo miedo por primera vez.
Con un mes de encierro y una mañana soleada, espectacular, asegura que, en cuanto levantó la persiana y vio el tentador panorama, temió que algunos vecinos pudieran salir a la calle o desplazarse a algunas de las parcelas que salpican el entorno de la localidad en la Sierra de Cádiz. Algar, de 1.400 habitantes y que
ha cerrado uno de sus tres accesos, no dispone de Policía Local y los agentes de la Guardia Civil, “que están dejándose la piel, también tienen que descansar”, no estaban de servicio. Así que decidió subir ia su coche y llevar a cabo una ronda por el municipio, previo aviso a la Benemérita. Todo estaba en perfecto estado de revista. Pero
no habría dudado en mandar a casa a quien se cruzara.
“Esto es una dura prueba para todos y todos tenemos que cumplir”, dice, aunque reconoce que, desde el primer día, ha tenido una
especial preocupación por comerciantes y pequeños empresarios, casi todos ellos vinculados a la hostelería y alimentación,
niños y mayores, quienes sufren más y peor los rigores del parón de la actividad.
No fue fácil, pero convencido de que había que actuar con urgencia y decisión, el 13 de marzo, antes de que se decretara el estado de alarma, visitó personalmente cada una de las tiendas y bares, y al resto de establecimientos comerciales de Algar. “Les expresé mi preocupación por lo que se nos venía encima y
el sábado nadie levantó la baraja”, relata.
“La clave está en que nos anticipamos”, asegura. De hecho, ese viernes cerró parques infantiles, plazas y jardines, la biblioteca, el centro Guadalinfo y el centro de día. El martes siguiente, con el tractor de unos vecinos y el líquido desinfectante que ofreció otro,
comenzó a limpiar a fondo las vías públicas.
A partir de entonces,
facilitó mascarillas e inició una actividad frenética que no ha dejado indiferente a nadie en toda la geografía nacional gracias a la difusión en redes sociales. El alcalde y sus concejales se enfundaron los disfraces de los dibujos animados más populares de la televisión para entretener durante toda la tarde a los más pequeños con un
pasacalles musical. José Carlos Sánchez ha hecho también las veces de animador en la que denominó la
primera fiesta convivencia en los balcones, con música para los adultos. Y ha puesto en práctica un proyecto para que voluntarios hagan
compañía a través del teléfono y videollamadas a los mayores que viven solos. Se ofreció a hacerles la compra. Y ahora da vueltas a alguna idea más específica para entretenerles.
El primer edil atiende al teléfono justo cuando
ha terminado con su equipo el reparto de material escolar para los más pequeños y tras hablar con la Infantería de Marina, a la que agradece cada visita para llevar a cabo labores de desinfección con chicharrones. “Lo mismo viene tanto por eso”, bromea. Aún le quedan horas de despacho. “Valoramos con las distribuidoras eléctricas rebajas para los vecinos”, señala. También tiene sobre la mesa iniciativas para exenciones fiscales, concretamente con compensaciones para las tasas para las terrazas y el mercadillo y, en coordinación con Mancomunidad de la Sierra, para el abastecimiento de agua y la gestión de residuos.
Es pronto para avanzar medidas concretas, pero
“tengo claro que el Ayuntamiento no les va a fallar”. Tampoco se aventura a plantear el futuro a medio plazo pero confía, por un lado, en seguir sin contagios y, por otro, en retomar con fuerza proyectos de futuro, como el del Tajo del Águila, cuanto antes. “Supondrá que todo va bien”, concluye.
