Pese al avance incontenible del coronovarius y el estado de alerta, que ha paralizado toda actividad, el narcotráfico no da tregua. En este último mes, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado se han empleado a fondo para abortar alijos y llevar a cabo detenciones por el tráfico de drogas.
La madrugada del pasado 16 de marzo, recién iniciado el confinamiento, agentes de la Policía Nacional localizaron y requisaron una narcolancha de grandes dimensiones en La Línea, concretamente en el entorno del barrio de La Atunara, uno de los puntos calientes. Sin droga a bordo ya, los dos ocupantes dieron con sus huesos en comisaría.
En Sanlúcar, la Guardia Civil apresó a cuatro personas, dos españoles y dos franceses, cuando intentaban alijar droga en la zona de la desembocadura del Guadalquivir. La embarcación se intervino en las inmediaciones del Hotel Plaza de la Luz, en Rota, y se detuvo a los dos españoles. Los dos franceses cayeron en Sanlúcar, tras el despliegue combinado de efectivos por mar y tierra en su persecución y localización.
Finalmente, un hombre de 22 años acabó en prisión tras ser sorprendido con más de un kilo de cocaína en su vehículo interceptado por la Policía Nacional en la avenida Blas Infante, en Jerez. La eficacia policial no es el único obstáculo con el que se están enfrentando los narcotraficantes.
El cierre de fronteras marítimas y terrestres en Marruecos ha frenado la entrada de hachís en la Península. La que llega, en gran parte dirigida a centroeuropa, con Holanda como principal mercado, no se distribuye con facilidad por la limitación de circulación. No en vano, el Gobierno prorrogó este sábado otros catorce días los controles en las fronteras terrestres con Francia y Portugal, medidas adicionales a la restricción de acceso de viajeros establecido en las fronteras exteriores de España en puertos y aeropuertos y al cierre temporal de los puestos terrestres en las ciudades de Ceuta y Melilla.
Por su parte, Costa Rica y Ecuador, dos de los principales países exportadores de cocaína a nuestro país, sufren muy duramente los rigores de la pandemia y la actividad ilícita encuentra un mayor control en puertos. También una de las drogas más consumidas comienza a escasear en el gran mercado. Ahora mismo, no obstante, no hay problemas de desabastecimiento para el consumidor habitual.
Hay reservas suficientes y tampoco parece que el producto se haya encarecido especialmente. Aunque, con el alargamiento del confinamiento, no es descartable que a final de mes la cosa se complique. De hecho, se ha detectado ya una reducción considerable del trapicheo, lógicamente, porque las circunstancias lo dificultan. Se producen intercambios en supermercados, durante paseos de perros y, sobre todo, a través del método denominado telecoca, con envíos a domicilio. Pero los controles son implacables y disuasorios.
Ante esta situación, el adicto sin recursos preocupa. El presidente de la Coordinadora Alternativas contra las drogas, Francisco Mena, alerta de que el cierre de las comunidades terapéuticas han cerrado por las medidas excepcionales para frenar la propagación de contagios por coronavirus. Así que, quien quiera iniciar un proceso de desintoxicación, habrá de respetar la cuarentena. “Ahora mismo es imposible”, remarca.
Los toxicómanos sí disponen por el momento del servicio de los Centros de Tratamiento Ambulatorios (CTA), dependientes de la Junta de Andalucía, gestionados por la Diputación Provincial de Cádiz y destinados a la prevención, orientación, desintoxicación, deshabituación y reinserción de la persona con problemas de adicciones en régimen abierto, es decir de consultas externas mediante cita previa.
“Las administraciones públicas no han pensado en la situación excepcional que vivimos, hay que luchar contra el narco pero hay que vigilar al adicto”, lamenta, al tiempo que señala que la dificultad de acceder al consumo de quien tiene menos recursos conllevará, inevitablemente, un serio incremento de la agresividad, la conflictividad y la delincuencia.
En cualquier caso, no se trata solo de que no tienen fácil acceder a la droga, el confinamiento prácticamente ha reducido a cero el pequeño hurto, especialmente en tiendas, cerradas a cal y canto por el estado de alarma. De modo que tampoco pueden conseguir dinero para costearse los estupefacientes. El reto inmediato, por tanto, es triple: sanitario, social y de seguridad.
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