A pesar de que la llegada de inmigrantes irregulares se ha reducido este año, el debate sobre este fenómeno asentado en España desde hace 30 años no ha dejado de crecer en el 2019, como tampoco las iniciativas de quienes han optado por echar un cable para que estas personas puedan encontrar el futuro por el que tanto han arriesgado. La sociedad española ha vivido con asombro este año episodios como que la presidenta de Vox en la Comunidad de Madrid, Rocío Monasterio, junto a líderes del partido en Andalucía, se manifestara en campaña electoral contra la inmigración ilegal frente a un centro de Sevilla en el que viven sus víctimas más vulnerables, los menores no acompañados.
Pero también ha sido testigo de historias de solidaridad y de integración que reflejan que la realidad es muy distinta. En Andalucía 26 familias acogieron a muchachos y muchachas africanos que siendo menores llegaron irregularmente a España y que, después de vivir un tiempo en centros de acogida tutelados por la Junta, al cumplir los 18 años se vieron en la calle. “Hay muchas más iniciativas de la sociedad por la solidaridad”, explica Juan Molina, de la Asociación Familias Solidarias para el Desarrollo de Chiclana, una entidad que nació en 2004 para fomentar el acogimiento en familias de menores tutelados por la Administración y que, desde octubre de 2018, ha emprendido un proyecto para dar una salida a estos inmigrantes que no por cumplir 18 años dejan de necesitar apoyo.
Esta asociación gestiona ahora tres pisos donde viven doce chicos y cuatro chicas que acaban de cumplir los 18 años y a quienes, además de un techo y comida, ayudan a regularizar su documentación y a buscar una salida laboral. “Para ellos cumplir 18 significa miedo, incertidumbre, su regalo de cumpleaños es dormir en un banco”, cuenta Juan Molina, contento de que la Administración andaluza haya empezado a asumir “una reivindicación vieja”, que no se eche a estos muchachos y muchachas de un centro sin una alternativa. Frente a ideas “falsas” que les asocian con la delincuencia, habla de chicos y chicas que “no son ni-nis, son gente supermotivada, quieren trabajar y estudiar, aprender el idioma”, explica.
Para ellos su asociación ha puesto en marcha el programa Emprendiendo el vuelo, en el que colaboran doce voluntarios con el objetivo de que logren una vida autónoma. Cinco chicos ya han conseguido emprender el vuelo, con trabajos en restaurantes, peluquerías o un taller. “Tenemos que mostrar que están haciendo un esfuerzo, que están solos, que no le van a quitar el trabajo a nadie, que no acaparan los recursos sociales, porque eso es mentira. Sólo necesitan que se les acompañe”, concluye.
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