La historia de ETA es una historia de buenos y malos. No hay grises. A un lado hay gente malvada perpetrando actos malvados. Al otro, inocentes asesinados a balazos. Rematados por el silencio cómplice. Verdugos y víctimas. Nada más. José Luis Rancaño, productor, responsable del cortometraje 27 minutos, sobre el crimen de los conocidos por Novios de Cádiz, no se corta. “No nos importan las motivaciones de los terroristas, la Democracia en este país se ha construido mientras unos tipos mataban y parece que se ha olvidado”. Rancaño no lo soporta. Y decidió dar un paso al frente con esta ficción sobre el vil crimen del guardia civil Antonio Ramírez y Hortensia González el Día de Reyes de 1979 por miembros de ETA en Beasain. De Tarifa, él. Ella, de San Roque. 24 y 20 años. Recién prometidos, con fecha de boda para el 5 de agosto. El anillo, recién acomodado en el anular. Casi 30 proyectiles. El cuerpo del joven cayó hacia adelante, accionando el claxon, que sonó ininterrumpidamente casi media hora porque nadie los quiso socorrer, hecho que da nombre al trabajo cinematográfico dirigido por Fernando Gónzalez Gómez. Trabó contacto con la familia y dedicó más tiempo y más recursos que en cualquier otra obra. “Este es mi granito de arena en mi compromiso cultural en la defensa de la memoria, la justicia, la verdad y la dignidad de las víctimas de la banda criminal terrorista”, dice.
Un ejercicio de compromiso más necesario que nunca. María Ana Suar, hija del médico penitenciario asesinado en Cádiz en 1983, lamenta que los etarras “salgan cada día en la tele”, que “ETA está en el agua”, y reclama más visibilidad para las víctimas. Estas semanas, de hecho, recogió un galardón de la Fundación de Víctimas del Terrorismo en Madrid, pero el acto quedó eclipsado por la conferencia de Ramón López de Abetxuko en Vitoria sobre los presos gravemente enfermos. Suar, huérfana a los seis años, ha vivido marcada por la ausencia de Alfredo Jorge, que también apareció muerto, con dos balas en la cabeza, en un coche. Y su crimen, como el de los Novios de Cádiz, sigue sin resolverse.
Las cifras difieren según el colectivo, pero se estima que hay más de 350 casos sin que se depuren responsabilidades. Aunque a María Ana no le ha obsesionado nunca quién o quiénes cometieron el asesinato. La ha mortificado el sufrimiento del médico que pasaba consulta sin cobrar en El Puerto. El hombre. Su padre. La ciudad se volcó. La gente la ayudó enormemente a pasar el trance. Primero, una semana en casa de una amiga de su madre. Después, los cambios. Aún vive en la localidad. Como dice Teresa Jiménez Becerril, en Andalucía, siempre se ha tenido claro quiénes son los héroes. Y los han arropado. No ha sido así en todos los sitios. Ni la mayor parte del tiempo. El silencio, insiste Rancaño es otra forma de matar. Y explica: “Hay 200 o 300 películas sobre la Guerra Civil, pero ETA no es memoria histórica, es realidad pura y dura”. Suar, en la misma línea, recuerda que, efectivamente, en la contienda bélica hubo dos bandos, con ETA solo ha habido disparos y muertos que no habían hecho nada malo.
La víctima del terrorismo etarra, advierte Jiménez Becerril, es España, de hecho. Y, además de pedir el cumplimiento íntegro de las penas y preservar la memoria de las víctimas, insiste en que es fundamental que los jóvenes conozcan qué ha pasado y tengan claro cuáles son las responsabilidades de cada uno. El corto 27 minutos es, apunta su productor, una buena herramienta para ello. Pero, lamenta, el interés por las televisiones autonómicas por el momento ha sido negativo. “No queremos dinero, solo difusión y visibilidad”. Nos va la libertad en ello.
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