“Me gasté 3.800 euros en tres días a las maquinas tragaperras”

Publicado: 07/04/2018
En la provincia de Cádiz se atendieron en el año 2017 más de un centenar de casos por juegos y conductas adictivas
Se llegó a gastar 3.800 euros en tres días en máquinas tragaperras. Es gaditano, está casado y tiene hijos. Aún en el salón de juego y con algo de dinero en los bolsillos comprendió la locura que estaba haciendo y se marchó. Al día siguiente acudió a un centro de Servicio Provincial de Drogodependencias de Cádiz para  combatir la ludopatía que ha hecho de su vida un infierno.

Su adicción es el juego y es reincidente. Comenzó a jugar con 25 años y ya en 2011 estuvo en tratamiento. Entonces reconoció que llegó a gastarse en un solo día hasta mil euros. La adicción  le llevó a delinquir y de ahí a la prisión.

El caso es real y es uno de los que se atiende en el servicio de la Diputación para tratar a las adicciones, porque en los Centros Provinciales de Drogodependencias no sólo acuden personas con problemas con las drogas o el alcohol. También van pacientes que no consumen sustancias, pero que sí son presas de hábitos que hacen de sus vidas un martirio. Los hay adictos al sexo, a Internet.

El protagonista de la historia que se relata al inicio del artículo no ha llegado a cumplir los 40 años. Antes de comenzar a jugar era un adicto a la cocaína, pero pudo superar esta dependencia. Pero tras la coca empezó a jugar y cuando se siente estresado no puede dejar de acudir a un lugar donde echar monedas a las tragaperras. Pierde el control y consume juego.

En Andalucía, por juego y conductas adictivas se atendieron 1.646 casos el año pasado en estos servicios, de los que 151 se hicieron en la provincia de Cádiz.

“Son pocos, porque hay muchísimos más casos, pero no llega la mayoría”, relata un responsable de uno de los centros de la Diputación para la atención a las adicciones. Son ludópatas invisibles, cuyos familiares y amistades desconocen incluso que exista el problema y que cuando éste se hace visible es cuando acuden a los profesionales en busca de ayuda.

“El ludópata cuando viene aquí no suele hacerlo por un problema de juego, sino por abuso de alcohol, porque cuando está en el bar bebiendo se pone a jugar con la maquinita. Aquí llega con la mujer y nos ponemos a hablar. Se le hace la historia y cuando termina de explicar sus problemas con el alcohol, su esposa le dice: cuenta también que te pasas con las maquinitas”, relata.

David Díaz es el presidente de la asociación de Jugadores de Azar en Rehabilitación del Campo de Gibraltar, JARCA. La entidad atiende en la actualidad a más de medio centenar de ludópatas, pero el presidente también señala que la cifra es muy inferior a los casos que deben dar en la comarca, ya que es una mínima parte la que acude en busca de ayuda. “Cuando uno está contras cuerdas y no ve solución es cuando se acude en busca de ayuda”, asegura.

David Díaz también es ludópata o mejor dicho, lo fue, porque lleva ya doce años sin jugar absolutamente a nada. Este hombre un ascenso en el trabajo le llevó a Madrid, ciudad en la lo tenía todo para ser feliz, hasta que un día echó unas monedas en una máquina tragaperras “y tuve la mala suerte de coger un premio". Porque se aficionó a las maquinistas. Al principio jugaba de forma esporádica, gastando algunas monedas sueltas, “pero el problema es cuando no paras y empiezas a perder dinero y luego sigues echando más para recuperar lo perdido pero la verdad es que no ganas sino que pierdes”.

"Llegó un momento en el que empecé a darle larga a mis amigos, les decía que no tenía ganas de salir y que prefería quedarme en casa, pero cuando se daban la vuelta yo me iba a jugar de nuevo. Llegó un punto en el que empecé a pedir préstamos, a engañar a la familia, a los amigos y a todo el que pudiera. El juego me controlaba a mí. Todo el dinero que cogía era para jugar y la mente siempre la tenía en el juego”.

“Cada noche me decía a mi mismo que lo dejaba, que había sido el último día y que ya no volvería a jugar, pero en cuanto cogía dinero estaba deseando de largarme otra vez”, dice.

Cuando no tenía ya quien engañar y rascarle dinero se puso en tratamiento en una asociación en Leganés. Estuvo algunos meses sin jugar hasta que volví a las andadas y cuando de nuevo la lio tuvo que dejar el trabajo y venirse de Madrid a casa de sus padres, que fueron los que me llevaron a la asociación Jarca donde le dijeron lo qué tenía que hacer si quería dejar el juego. Yo ahí sí me lo tome en serio porque  me veían debajo del puente. Desde ese día que entré en Jarca se acabó el juego para mi”, cuenta.

 

 

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