Provincia de Cádiz

¿Está el turismo cambiando el modelo de convivencia y seguridad de nuestras ciudades?

Este turismo masivo tiene otro impacto negativo del que no se habla: el incremento de la inseguridad y las transformaciones en los modelos de convivencia

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  • Protesta contra la turistificación -

Es probable que durante este verano usted haya leído sobre el impacto que el turismo de masas tiene en el encarecimiento de la vivienda, problemas de movilidad, desplazamiento de la población local o, simplemente, la conversión de algunos barrios en una especie de parques temáticos.El turismo es una fuente de riqueza que representa el 12,4% del PIB de España y el 13,1% del PIB andaluz. Es fácil por tanto de entender cómo muchas ciudades se han lanzado en los últimos años a la vorágine por atraer al mayor número de visitantes posible. Y todo ello ha supuesto que algunos de sus barrios-sobre todo aquellos con una mayor riqueza histórica y cultural- se hayan transformado en enclaves donde el paisaje, el comercio, el espacio urbano y los servicios se orientan hacia los turistas, estudiantes Erasmus, nómadas digitales y toda una serie de tribus que, con su llegada, reconfiguran el barrio para cubrir sus necesidades y no la de los vecinos. Muchos de ustedes entenderán que este proceso que se conoce como turistificación, es un proceso natural, es el signo de los tiempos, y unas poblaciones siempre han desplazado a otras. Sin embargo, este turismo masivo tiene otro impacto negativo del que no se habla: el incremento de la inseguridad y las transformaciones en los modelos de convivencia en el vecindario.

Déjeme llevarle a la ciudad de Chicago hacia el año 1940, donde se encuentra el origen de un proceso que hoy nos parecen tan novedoso y que conocemos como ‘turistificación’. A mediados del siglo XX, un grupo de sociólogos de la Universidad de Chicago descubriócómo las abandonadas zonas del centro de esa ciudad tenían una serie de características que explicaban la existencia de mayores índices delictivos: la continua inestabilidad poblacional y la heterogeneidad étnico-cultural de sus residentes. La turistificaciónprecisamente potencia el surgimiento de estos factores al sustituir a los vecinos ‘de toda la vida’ por visitantes y residentes temporales con distintas nacionalidades que vienen y van.Las viejas fincas degradadas del centro se van rehabilitando -algo que todos aprecian-, pero a cambio, tanto su atractivo como su precio se incrementan y los vecinos de toda la vida son poco a poco expulsados.

En destinos tan turísticos como Tarifa o Conil, casi el 14% de las viviendas se destina al alquiler para estancias cortas, por lo que una importante proporción de la población estable se ha sustituido por una masa flotante de turistas. La ciudad de Cádiz también es un buen ejemplo de cómo la desaparición de viviendas tradicionales y su conversión para estancias cortas está expulsando a la población. De acuerdo con los datos del padrón de Cádiz, el popular barrio de la Viña pierde a un 20% de sus vecinos en pleno auge de las viviendas turísticas, y los barrios del centro de la capital gaditana no deja de perder habitantes desde el año 2009.

Este incremento de los alojamientos turísticos genera un constante flujo de nuevos moradores en el barrio, hasta el punto de que, por ejemplo, el 30% de la población de los barrios del centro de Barcelona se renueva cada año. Así mismo, en ciudades como Sevilla o Málaga solo son necesarioscinco años para que un tercio de los residentes de los barrios del centro seanreemplazados por otros entrantes.

Esta permanente pérdida de vecinos hace que desaparezca la tienda del barrio, y toda una serie de espacios de encuentro vecinales donde se establecen relaciones sociales y de solidaridad. Como consecuencia, se genera una falta de confianza y de reconocimiento mutuo que dificulta la capacidad de los vecinos para defenderse de problemas comunes como la delincuencia. Para colmo, el rellano de la escalera está ocupado por personas que no conocen, a quienes no pueden pedirle favores, confiar o establecer lazos comunes. Personas visitantes que no están atentos a los problemas de vandalismo, de robos y de la falta de infraestructura pública del barrio, porque solo permanecen en él un tiempo muy corto. Como consecuencia, el capital social del que hablaba Bordieuse reduce y la solidaridad entre residentes se deshilacha, al igual que lo hace el tejido social.

Disponemos de estudios que apuntan con claridad a la relación entre el aumento de la delincuencia y la quiebra de la cohesión social entre residentes a la que contribuye la turistificación. El barrio turistificado se convierte en un lugar rebosado de oportunidades para delinquir donde las formas tradicionales de control social se han debilitado. En los barrios con elevados niveles de turismo confluirían, por tanto, tres elementos.Primero, las transformaciones rápidas del vecindario que no pueden asimilarse por los habitantes de toda la vida dada la celeridad de tales cambios.Segundo, por el incremento de la delincuencia y los conflictos derivados de los usos mixtos del espacio público. Tercero, la desconfianza de los vecinos de toda la vida, que perciben que la administración local prioriza el turismo y descuida los recursos del barrio que satisfacen sus propias necesidades.

Andalucía, como zona de alta demanda turística, ha de anticiparse a estos riesgos y procurar un equilibrio entre el turismo como fuente de ingresos y el derecho a la ciudad. Las políticas públicas deben orientarse a garantizar la existencia en el barrio de infraestructuras sociales, esto es, la presencia de condiciones y espacios en la comunidad que permitan el desarrollo de relaciones vecinales que cristalicen en formas de control vecinal frente al delito. Para ello, debe promoverse la existencia en el vecindario una población estable, lo que puede conseguirse mediante la inversión en viviendas de protección oficial, la concesión de licencias que prioricen actividades comerciales de proximidad, y mejorando las condiciones físicas y sociales del barrio de una forma que no potencielos procesos de gentrificación y turistificación.

La destrucción de los barrios, por creativa que esta sea, tiene un impacto sobre la capacidad de los vecinos para organizarse, establecer metas y valores comunes y ayudarse frente problemas colectivos como el aumento de la delincuencia o la falta de recursos e infraestructuras que faciliten realizar las actividades de rutina. Expulsar a los vecinos para atraer a transeúntes destruye la convivencia, la confianza y la seguridad. Porque, como dijo Jacob, "La confianza en las calles de una ciudad se construye a lo largo del tiempo a través de muchos, muchos, pequeños contactos públicos en las aceras... la mayor parte de ellos son ostensiblemente triviales, pero su suma no es en absoluto trivial".

 

* Diego Maldonado es profesor de Criminología. Universidad de Cádiz

 

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