La nómina de figuras ilustres nacidas en nuestra tierra del ámbito de la cultura es interminable, muy especialmente en el último siglo. El sentimiento andalucista no puede entenderse sin los versos de Machado, la intelectualidad de Cernuda o las letras de Carlos Cano, sin el duende de Camarón o el Quejío de Salvador Távora.
Su hija, referente andalucista con una dilatada y fecunda trayectoria audiovisual, y la joven Lucía Sócam, activista y cantante, han bebido de estas fuentes y para continuar creando hoy y fortalecer la identidad común. Ambas coinciden en que, además, están nuestras señas de identidad, las hablas andaluzas y el flamenco, patrimonio inmaterial del pueblo andaluz, que nos hacen únicos. Lamentablemente, el potencial compartido no ha sido suficiente para que la comunidad tenga voz propia en Madrid ni el lugar que se merece en los ámbitos económico, social y político. “Nos han silenciado”, lamenta Pilar Távora, quien sostiene, además, que “hemos sido expoliados” tradicionalmente.
Para ocupar el lugar que nos corresponde, es fundamental, por un lado, una alternativa política que, pese a que cogió fuerza a partir de la Transición, cometió errores que los andaluces no perdonan. La división de la izquierda que enarbola la bandera blanca y verde y el regionalismo, en el mejor de los casos, de los grandes partidos, imposibilitan contar con voz propia en las Cortes Generales. También advierten de la falta de sintonía del andalucismo con las nuevas generaciones. El activismo es imprescindible como nunca.
“Machado, Lorca o Cernuda abrieron un camino que seguimos”
Lucía Sócam baja a la fosa y sube al escenario. Con pincel, pala y criba, con guitarra y su voz, la cantante está empeñada en recuperar cada “historia de sueños” truncada por la sinrazón durante la Guerra Civil y la represión franquista, y que no que no queden en el olvido todos los nombres de hombres y mujeres a los que arrebataron los nombres pero no la dignidad.
“No podemos quedarnos de brazos cruzados” ante la injusticias, explica la joven activista, que acumula horas de trabajo en Pico Reja, donde rescató a las ‘17 Rosas’ de Guillena, su pueblo, en Sevilla, y discos en los que “se escucha la tierra”.
“No todo el mundo va a conferencias de tres horas, pero la gente sí dedica tres minutos a una canción”, explica. Y ahí, “va a saco”. “No quiero trabajar para una multinacional, quiero que mi canto sea útil a la sociedad”, agrega. Su obra hunde su raíz en el pueblo donde nació. “Es una localidad tradicionalmente agrícola que ha pasado muchas penas, pero también es alegre”. Ese patrimonio inmaterial que comparten generaciones es su mayor tesoro. Pero no solo es su familia. Más allá de las fronteras municipales, Lucía Sócam se siente orgullosa de haber mamado “del quejío de Camarón, del talento de Salvador Távora, de las letras de Carlos Cano y los pasodobles de Carnaval, de los versos de Machado y Lorca y la intelectualidad de Cernuda”.
Todos ellos, junto a miles de vecinos anónimos a lo largo de la historia comnpartida, “han abierto un camino precioso que debemos continuar”, teniendo siempre presente “que Andalucía es nuestra patria”. “No estamos detrás de ninguna otra “ comunidad autónoma; “somos hermanas todas”. Pero hoy “no estamos en el lugar que nos corresponde”. “Tal vez no lo hemos explicado bien”, duda. “Aunque la gente se pierde en los memes”, critica, “tampoco nos dejan hacerlo mejor”.
También muestra su preocupación por la deriva política. “No entiendo por qué no hay delegación andaluza en las Cortes”. Reconoce la labor de formaciones que empuñan la bandera blanca y verde, que son útiles”, sin embargo, considera que “la pluralidad de opciones disminuyen” las posibilidades de tener voz propia en Madrid. Los intereses económicos también influyen. “Si fuéramos capaces de hacernos visibles, quizá nos ahorraríamos esta conversación y no habrían sido necesarias las luchas por conservar los derechos que conseguimos”, señala. A
nte esta coyuntura, anima a participar. “Somos pequeñitos, pero muchas personas haciendo cosas podemos transformar el mundo”, confía, sin perder de vista que los jóvenes no sintonizan con el andalucismo. No arroja la toalla. Seguirá en primera línea de batalla con pincel, pala y criba, con guitarra y su voz para rescatar la memoria y defender la identidad común del pueblo andaluz.
“Si tuviéramos los 61 diputados, ni País Vasco ni Cataluña...”
Pilar Távora admite que, dadas las vicisitudes atravesadas por nuestra tierra, “el andalucismo tendría que haber desaparecido”. “Han conseguido que enmudezcamos”, lamenta. Se refiere a los poderes económicos. En la línea del concepto de capitalismo extractivo, del profesor titular del departamento de Economía General de la UCA, Beltrán Roca, remarca que “nuestra tierra, en manos de terratenientes, ha sido totalmente machacada y recuerda que la industria textil fue desmantelada en beneficio de Cataluña. “Andalucía ha sido constantemente expoliada”, remacha.
Desde el punto de vista político, Távora, que militó en el PA durante años, optó bajo sus siglas a la Alcaldía de Sevilla en 2015 y concurrió al Senado de la mano de Izquierda Andalucista, en coalición con Unidas Podemos, en 2016, sostiene que “no ha interesado que tengamos voz”.
“Si tuviéramos los 61 diputados en el Congreso, ni País Vasco ni Cataluña tendrían nada que decir”, agrega. “Somos como Portugal”, subraya. Por población y recursos agrícolas, ganaderos, pesqueros, pero también cultural e intelectual. “Andalucía tendría que ser consultada; a nadie le interesa ello”.
Para revertir la situación, “los andaluces debemos tomar conciencia de nuestro inmenso poder”. No es fácil. Históricamente, las rebeliones populares han sido sofocadas. “Todo se ha intentado ocultar”, advierte, al tiempo que considera la apropiación del flamenco como identidad nacional como una de las herramientas más influyentes para desvirtuar el papel de Andalucía. “Tenemos dos grandes señas de identidad: las hablas andaluzas y el flamenco”. Éste fue despojado de calado popular durante la Segunda República.
En los años de la Dictadura de Francisco Franco, culminó el proceso de folclorización. “Eran momentos de carestía y hambre, complicados desde el punto de vista social y económico, se prohíbe el cante para que no se escucharan las verdades y muchos artistas, por necesidad, acabaron siendo pagados para cantar ante señoritos en Jerez, Sevilla o Madrid”. Ahora, la amenza, es otra. La comercialización por medio de personajes como Rosalía. Pero Távora, cuya carrera artística, en la estela de su padre, ha estado vinculada al flamenco, defiende el poder de la música y sus letras como industria y como instrumento para fortalecer el sentimiento andaluz.
“El flamenco puede mirar de tú a tú a cualquier música, es universal y es del pueblo”. Un pueblo que no debe olvidar, en su opinión, que el andalucismo tiene su origen en la opresión. Es de izquierdas. “El andalucismo no tiene nada que ver con los nacionalismos que surgen en el seno de la burguesía”. Poderosa razón para que siga silenciado, concluye.
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