Si estaba convencido de que hay mucha desinformación, debería saber que hay más todavía de lo que pensaba. La advertencia la hace Leticia Rodríguez Fernández, profesora ayudante Doctora en el Departamento de Marketing y Comunicacion de la Universidad de Cádiz (UCA) y autora de Propaganda Digital. Comunicación en tiempos de comunicación. No es un fenómeno nuevo, pero “la viralidad de las redes hace que llegue a un mayor número de personas” de manera inmediata, explica.
La desinformación de hecho es un negocio que reporta pingües beneficios. Según denunció la CNN, Facebook habría cobrado más de 280.000 dólares desde el pasado mayo en anuncios de Ride the Red Wave, empresa textil con estampados que rezan “Soy originario de América pero actualmente resido en la Alemania de 1941” o comparan los fármacos contra el coronavirus con las técnicas que se utilizaron en el Holocausto nazi.
“Influencers franceses denunciaron recientemente que una agencia de comunicación les pidió desacreditar la vacuna de Pfizer en sus redes a cambio de dinero”, apunta Rodríguez Fernández, quien reflexionó al respecto en un nuevo encuentro Beers and Politics recientemente en la cafetería del Campus de la UCA en Jerez.
En este sentido, asegura que hay firmas especializadas en crear campañas negativas únicamente; otras, tradicionales, que se están viendo obligadas a hacer el doble juego, con “iniciativas en blanco y, por detrás, otra de extorsión al adversario”; y, finalmente, sociedades fantasmas de marketing y relaciones públicas que buscan tapar la fuente emisora.
Y remarca que “hay páginas web que adoptan la estética de un medio de comunicación pero presentan contenidos muy sesgados ideológicamente que llegan a ganar mucho más dinero que los medios de comunicación formales”, porque la publicidad depende exclusivamente del número de visitas registradas. El resultado es que el ecosistema digital, agrega, “está lleno de medios de comunicación basura”.
Pero la desinformación no tiene exclusivamente un interés económico, también es político. “Hay una estrategia de publicidad digital denominada jajaganda, consistente en el uso de memes porque tienen una distribución viral muy alta por su contenido humorístico pero buscan, realmente, el desprestigio de otras figuras políticas”, advierte. El representante público moderado, por el contrario, no tiene cabida en las redes sociales.
El discurso del odio triunfa. “Tradicionalmente la política se centró en apelaciones emotivas positivas, se defendía el cambio y se hablaba de ilusión”. Pero el paradigma ha cambiado al calor de la indignación generalizada originada por la crisis económcia de 2008 y, ahora, con la pandemia. “En la actualidad se apela a emociones negativas como la rabia, el miedo y la ira”, especialmente entre los perfiles de extrema derecha.
De esta manera, la propaganda busca, por un lado, hacer creer que los planteamientos radicales son compartidos por la mayoría de la opinión pública, pero, además, se esfuerza en encontrar culpables, “en articular enemigos”.
Rodríguez apunta ejemplos como los vividos en Cataluña, durante la campaña del procès que culminó con el referéndum, pero también alerta de una “corriente de desinformación con sesgo de género tremendo, con ataques a mujeres políticas y periodistas vinculando una causa social a ideologías políticas para socavar el feminismo”.
El problema es que el fenómeno se va a agravar. “Será más complejo desmontar las fake news porque los audiovisual gana terreno y cada vez más las mentes maliciosas aprovechan el conocimiento para desarrollar tecnologías como los deepfakes”, difíciles de verificar. El desarrollo de Meta, en caso de que cuaje el proyecto de realidad virutal, permitirá sentir con mayor intensidad y compartir emociones, lo que agravará los efectos perniciosos de la desinformación. Finalmente, la deriva de la confrontación política, como evidencia el populismo en Francia puede normalizar definitivamente el desprestigio.
Ante esta situación, propone la necesidad de regular la actividad y reforzar desde las administraciones y las propias empresas tecnológicas la verificación de contenido. Por otra parte, es fundamental “trabajar en la alfabetización digital”. Para ello, plantea “jugar en la misma liga”, estar presentes en las redes y usar los mismos códigos para contrarrestar la propaganda con mensajes rigurosos. Y, por último, considera vital fomentar el pensamiento crítico. “Lo hice con mis alumnos. No se trata de imponer una visión, sino de confrontar información, consumir más de un medio y valorar el espacio que ocupa cada uno, cuáles son de referencia y por qué”, concluye.
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