La suspensión temporal de Víctor Sánchez del Amo como técnico del Málaga tras la difusión de un vídeo de carácter sexual ha acarreado una gran polvareda que abre debates paralelos más allá de aspectos como la protección del ámbito privado y la preservación de la intimidad o la rama del derecho que ha de dilucidar hasta qué punto es legítimo sancionar conductas extradeportivas.
Partiendo de la base de que hablamos de un vídeo realizado en un ámbito estrictamente personal, su difusión de manera ilegal pone de manifiesto lo ruin que puede llegar a ser la condición humana, y todo aquel que haya querido utilizarlo para hacer un daño moral de dimensiones incalculables, que no empieza y acaba en la víctima sino en su familia, sus amigos, su entorno en definitiva.
Y es que vuelve a la palestra la impunidad con la que algunos utilizan las redes sociales para, de manera anónima y cobarde, atacar en la mayoría de casos a partir de tibios e infundados argumentos movidos por deleznables sentimientos como la envidia, el odio o el rencor.
Resta aguardar a que la investigación policial aclare, cuanto antes, un turbio asunto que puede y debe acarrear el reproche penal pertinente para quienes lo hayan ideado, con independencia de que el propio protagonista del vídeo haya podido pecar de inocencia o imprudencia en su acción.
Pero, insisto, eso no justifica las graves e irreparables consecuencias que para su persona y su familia tendrá este triste episodio, con independencia de su futuro en el club malagueño.
El caso Víctor ha supuesto, en cualquier caso, una buena distracción para escapar del clima de hastío y crispación vivido en el país desde el pasado fin de semana aunque no se las prometan felices: a buen seguro el nuevo Gobierno progresista de coalición nos tiene preparados muchos más días y fines de semana de Gloria.
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