Plaza del Pósito

Sin renunciar a nuestros orígenes

¿Es posible ser versado en Marcuse, Simone de Beauvoir o en Ortega, y a la vez poder decir jamargo sin pudor o comentar en público la añoranza por el ruido...

Publicado: 26/11/2018 ·
23:54
· Actualizado: 26/11/2018 · 23:56
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Autor

Santiago Donaire

Santiago Donaire es un histórico militante socialista de la provincia de Jaén comprometido con su tierra

Plaza del Pósito

La actualidad política y social narrada en este espacio desde la experiencia de un librepensador

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¿Es posible ser versado en Marcuse, Simone de Beauvoir o en Ortega,  y a la vez poder decir jamargo sin pudor o comentar en público la añoranza por el ruido cansino de unas narrias viejas?

Hoy en Plaza del Pósito, siguiendo con nuestra tradición ecléctica, cambiamos de tercio y  hablamos de los orígenes de muchos de nosotros, orígenes en una provincia eminentemente rural. Una provincia pobre donde hace 5 décadas la mayoría de su población no disponía de agua potable, ni de alcantarillado. Las calles sobre las que corríamos los chiquillos estaban sin pavimentar, no había sanidad ni educación pública universal. Donde muchos vecinos convivían en la misma casa con los animales que luego se comían. Los entierros de niños o madres recién paridas no eran infrecuentes. Continuamente perdíamos amigos que marchaban con lo puesto, en viejos taxis piratas hacia tierras lejanas. La moral era supervisada por curas de sotanas preconciliares y coronilla afeitada, el orden y el miedo dependía de una Guardia Civil de la que afortunadamente la de hoy solo heredó el color del uniforme.  La vida de la ciudad también tenía sus variantes, en la misma línea.

Tengo reciente un viaje al sureste del Atlas marroquí, donde algunos de los compañeros de viaje, se escandalizaban por las condiciones de vida de los lugareños. Sin embargo otros lo disfrutamos como un viaje a nuestro pasado más reciente, observamos pueblos con principios y valores, con un exquisito orden comunitario, sin medios. Olores de azafrán que despertaban los recuerdos. Calles sucias y llenas de multitud de alegres niños mocosos, gente temerosa y sometida a la arbitrariedad de las fuerzas del orden y de mandatarios corruptos. Templos y colegios a los que asisten segregados por sexo, donde las mujeres se cubren la cabeza con un pañuelo. Jóvenes que se organizan para emigrar hacia un mundo mejor. Lo dicho un viaje al pasado y no precisamente al calcolítico.        

Las personas como la sociedad, cambian, se transforman y evolucionan. Y en esos cambios con frecuencia hay quien olvida sus raíces, como si fueran un pesado lastre del que avergonzarse. No se identifican con los que hoy pasan por donde nosotros ya pasamos.  No dudan en anular su pasado, incluso cambian su forma de hablar por otra “más finica”, tal como algunos locutores o presentadores televisivos, con los que salvando alguna excepción no me siento identificado.

Ni complejo, ni orgullo, mejor memoria. No se puede padecer amnesia con un pasado sin medios, pero tampoco podemos esclavizarnos a él. No podemos reconstruir nuestro pasado, ni pretender barnizarlo. No se debe ocultar orígenes plebeyos o antecedentes patricios, que de todo hay. Debemos tener siempre muy presente que hemos llegado a ser quienes somos, porque venimos de dónde venimos…  Pues seríamos otros.

Salud

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