Patio de monipodio

Tierra adentro

Casi noventa kilómetros alcanza el recorrido del río Guadalquivir desde Bonanza hasta Alcalá del Río. Casi noventa kilómetros de agua mezclada donde la sal...

Publicado: 06/04/2021 ·
12:10
· Actualizado: 06/04/2021 · 12:10
  • Río Guadalquivir. -
Autor

Rafael Sanmartín

Rafael Sanmartín es periodista y escritor. Estudios de periodismo, filosofía, historia y márketing. Trabajos en prensa, radio y TV

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Con su amplia experiencia como periodista, escritor y conferenciante, el autor expone sus puntos de vista de la actualidad

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Casi noventa kilómetros alcanza el recorrido del río Guadalquivir desde Bonanza hasta Alcalá del Río. Casi noventa kilómetros de agua mezclada donde la salinidad va ganando espacio hasta llegar a justificar el pretexto con que los enemigos del progreso de Andalucía han centrado su oposición a la devolución al cauce de su profundidad primitiva para que puedan entrar barcos más grandes. Y, no se olvide, que se olvida, para impedir su aterramiento. Ignorantes o inocentes, habría que verlo, no deben haber visto subir un tronco “aguas arriba”, pasada Coria del Río. No deben haber observado que ya, en muchos lugares, una simple barca no puede acercarse a la orilla para no quedarse atrapada en el barro. Porque sólo en el centro se mantiene una profundidad capaz de soportar el paso de barcos de pequeño calado.


Sevilla, y al decir Sevilla hay que pensar en todas las poblaciones situadas a los largo de esos noventa kilómetros, no puede, no debe seguir viviendo de espaldas al Río, nuestro Gran Rey, que dejó dicho Góngora. Un río es una fuente de riqueza y es el más antiguo de los caminos para la comunicación de los seres humanos. Por tanto, para el progreso. ¿A quién molesta, o mejor, quien se puede sentir amenazado por mejorar la economía y con ello directamente las condiciones de vida once localidades con una población superior al millón de personas repartidas en sus orillas y beneficiar a otras veinte situadas en segunda línea?


Increíble pero cierto, han sido diversos los ayuntamientos de Sevilla, opuestos a los atraques de embarcaciones deportivas, a los centros de ocio alimentados por la vecindad del agua de su cauce que podía y puede encauzar un gran nivel de negocio. ¿Tan torpes son los gobernantes de esta ciudad, de ahora y de antes, para oponerse a un movimiento económico de tal magnitud y alcance? Ahora San Juan de Aznalfarache y La Puebla del Río asumen su parte de responsabilidad y reclaman atraques en sus respectivos enclaves. Y con otras reclaman algo más: el Río es la mejor autopista para la entrada en y salida de la Península, de contenedores y mercancías de todo tipo. Es el mejor y más extenso puerto deportivo, dónde puede convivir y complementarse un interesante conjunto portuario que atraería ese movimiento económico tan necesario, por el turismo de calidad que la ciudad puede y debería generar. ¿Quién gana negándose, por quinta vez consecutiva, a que Sevilla tenga un gran puerto deportivo?


Como vía de comunicación está en pie el proyecto Metro-Río, uno de los más avanzados, práctico, económico y eficaz, para comunicar en pocos minutos una veintena de poblaciones sin atascos. La línea costera propuesta desde San Juan tiene un cometido similar, posiblemente compatible con el anterior. O fusionable.


Lo que importa es revitalizar el Río Grande, es permitirle recuperar su condición de brazo de mar, de cauce marítimo tierra adentro, de que las poblaciones marítimas de sus orillas -La Puebla, Coria, Gelves, San Juan, Sevilla, La Rinconada, Alcalá- y otras vuelvan a ser lo que fueron hasta que las autoridades, en vez de cumplir su compromiso para con su ciudad, se empecinaron en ignorar que el río existía.

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